Vivir muchos, muchísimos años es un sueño largamente acariciado por la mayoría. A mí, en particular, me gustaría tener una longevidad satisfactoria. Porque si no para qué. Vivir más pero vivir en uso de todas mis facultades (qué tampoco son tantas) y a poder ser lo más estupenda posible dentro de los límites de la realidad, aunque sea ficticia siempre.
Pero atención, sin caer en el patetismo de algunas cincuentonas con la cara inflada de Botox y las manos tan ajadas como mi abuela. Últimamente he podido ver anacronismos quirúrgicos y médico-estéticos sorprendentes. Labios de trucha que conviven en el mismo rostro con un rictus derretido por el paso del tiempo. Manos moteadas de marrón con las venas en relieve y los dedos tan arrugados que no se distingue bien donde empiezan y donde acaban sus tres falanges, pero qué sorprendentemente se apoyan pensativos sobre unas mejillas tersas y tan redondeadas como las de Bugs Bunny.


En los posados playeros es donde mejor se observan este tipo de parches. Toda una galería de rostros y cuerpos donde la vejez se pone en evidencia por cualquier resquicio de la anatomía. Aunque sus pezones se empeñen en apuntar directamente al sol, sin respetar la gravedad terrena. Las viejas que van de jóvenes no engañan a nadie ni siquiera a ellas mismas. Lástima porque después de haber acabado por fin de pagar la hipoteca, las Corporaciones Dermoestéticas de turno (bastante alejadas de las ONG´s para la Tercera Juventud) les aspiran los tobillos y la pensión en un tiempo récord.

Santa Cirugía de Dios, Madre de todas las Prótesis, Santa Silicona Martir y Rellenos del Perpetuo Socorro, por favor tened piedad de los cuerpos sometidos a tratamiento estético y concededles una visión de impacto global en nuestros días. (Aviso: sólo para médicos especializados y adictas a los retoquitos, repetir 100 veces antes de acostarse)

(más…)

es_ESSpanish