Judit Mascó ha mejorado su dicción, pero los dientes tienden a salírsele de la boca. Sin embargo como ella ya es una top model pues es la única que se salva de la vejación a la que son sometidas las concursantes. Cristina Rodríguez, “la profesora” ejerce de Señorita Rottenmeyer del fashion más patético y atrevido. Muestra su propia monería cuando habla.
Por Dios, si son niñas de 16, 17, 18 años. Tope 24 años para la rara de Raquel, que es también la protegida del programa. Además de nuestra propuesta para este reality surrealista y con un poco de sado maso. Creo que debería ser para mayores con reparos como se decía antes. Y es que el programa es tremendo.

Que clase de pedagogía se emplea con las modelos, pobres niñas. En este programa se ve el lavado de cerebro a que someten a estas aprendices de modelo. ¡Cielos que profesión! No me extraña que cobren ese pastón.
Pero sinceramente a mí no me gusta que me paguen mientras me están dando latigazos. La maestra lleva un látigo y a juzgar por los modelitos que lleva: tango rojo sobre legging negro y collares con cucharas. Sólo verla asusta, pero lo mejor son sus comentarios despreciativos o amables, viene a dar lo mismo.

¡Menudo personaje! ¿Quién hizo el casting de los profesores y el jurado?

Cristina Rodríguez a la que le vendría muy bien una operación de estrabismo se atreve a llamar feas a las pobres concursantes. Además de abroncarlas continuamente, doña amenazas pone el grito en el cielo por cualquier cosa. En el plano siguiente las abraza y lloran juntas. Pero no descartaría que además del látigo que utiliza en sus clases, un día aparezca con un modelo de lencería sado para dar un estilismo extremo a sus melodramáticas clases. Ella sí vive en un culebrón de Republica Bananera y hace más monerías que nadie. Tiene algo muy lejano de Baby Jane, lo que ocurre es que no le llega a Bette Davis ni a la suela de los zapatos por más tacón que se ponga. Cristina, por favor, no hagas más cursillos intensivos de autoestima porque ya vas bien servida, cariño.

Valerio Pino, el otro malo del reality y misógino fashion con marchamo italiano, maltrata a las chicas de mala manera.

Exagera las muecas como Jim Carrey, es tan duro como Mae West y Chuk Norris juntos. Pero se contonea tanto como las bailarinas del Tropicana. Pasa del odio a la adoración en cuestión de segundos. Es tremendamente bipolar, casi tanto como el fotógrafo calvo. Sus lemas entre foto y foto podían ser el titular de cualquier revista porno del planeta. Dame más, Damélo todo. Sigue así. Sigue…
Lo que no me cuadra es que haya que pasar por todo eso para salir guapa en la foto y desfilar erguida sobre una pasarela. ¿Las escuelas de modelos también son así?

Pero, eso sí, los profesores no se hartan de repetirlas que es todo por su bien. Porque se tienen que convertir en Supermodelos 2007 y eso cuesta. La fama cuesta les dice mientras acarrean ladrillos con la cintura en medio de un olivar. Este programa es surrealista reality. Seguro que más de una de las 16 concursantes se habrá meado en la cama con tanta reprimenda. Les hace repetir a gritos y sin nada de glamour: “Soy guapa-soy guapa-soy guapa” El actúa de mimo hiperbólico sabelotodo. ¡Qué loca está la gente!

No tengo palabras para el maquillaje de labios en violeta flúor junto con los maravillosos pero muy mal llevados trajes de novia de Rosa Clará. Las niñas como es normal desfilaron acojonadas, además de muy forzadas.
Los de Rimmel se han lucido con los maquillajes empastados de las modelos. Ese violeta refulgente hacía daño a los ojos.
Raquel por favor, sigue dando un poco más de juego a las hilarantes relaciones con tus compañeras. Por el momento, eres la gran diva de este tremendo caos de concurso.