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A pesar de nuestras vidas estresantes, vividas a toda prisa y sin un segundo para pensar en aquellos que nos rodean, algunas personas cuando el tiempo decide pararse y darles un respiro piensan en disfrutarlo con la compañía de esas gentes que no saben de prisas, de estrés, y mucho menos de vacaciones.

María Teresa nos propone una forma diferente y poco convencional, a la vez que placentera y reconfortante, de pasar el verano.

Su “planazo” como ella lo denomina “sería pasarlo con las gentes de países subdesarrollados o en vías de desarrollo que nunca han tenido la oportunidad de ir a la playa con un fin recreativo, o simplemente poder disfrutar de llevar un fantástico bikini que resalte su bronceado”.

Para cumplir con este deseo se trasladaría alguno de estos países a través de una ONG o por iniciativa propia, con el objetivo de cooperar y ayudar en las labores que sean necesarias, pero sobre todo, con la idea de trasmitir un poquito de “felicidad veraniega convirtiéndose en un rayo de esperanza para esas personas, que a diferencia de nosotros (los afortunados), del chiringuito saben muy poco”.

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Unas vacaciones únicas que nos enseñarían a refrescar nuestra existencia con unas vivencias sin igual que estimularían nuestras endorfinas, lo que nos ayudaría a conseguir un aspecto radiante. Porque cuando somos felices nuestra piel lo nota y se encarga de informar al mundo.

Yo me pregunto, ¿quién ayudaría más a quien, si ellos a nosotros o nosotros a ellos?