Un resfriado que no termina de curarse, estornudos en cadena, ojos llorososnariz taponada, tos y mucho picor… síntomas de que la primavera ha llegado con su cuadro de alergia bajo el brazo.

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La presencia de polen y de otras partículas en el aire provocan tras su inhalación la aparición de casos agudos de la llamada fiebre del heno también denominada rinitis alérgica. Se trata de una reacción alérgica que cursa con los síntomas antes descritos y que en los casos más graves puede acompañarse de dificultad para respirar y asma. La causa es una respuesta errónea y excesiva de nuestro sistema inmunitario frente a las sustancias suspendidas en el aire que inhalamos, principalmente polen y polvo aunque también puede darse con otras sustancias extrañas y potencialmente peligrosas, reciben el nombre de alérgenos.
La primera vez que un alérgeno se topa con el sistema inmunitario no produce síntomas, nuestras células defensivas lo degradan y crean un anticuerpo específico para él llamado inmunoglobulina E. En posteriores encuentros con el alérgeno nuestro cuerpo reacciona y libera unas sustancias denominadas “mediadores alérgicos” como son la histamina, citoquinas y leucotrienos, que poseen unos receptores específicos para ellas en los diferentes tejidos. Al unirse estas sustancias con sus mediadores se desencadena un proceso inflamatorio que da como resultado la sintomatología propia de la alergia primaveral. Dependiendo de la sensibilidad de la persona puede haber un cuadro de mayor o menor gravedad. Si el alérgeno llega a la sangre puede dartse una crisis anafiláctica.
Se desconoce el motivo del comportamiento erróneo de nuestro sistema inmune
pero sí depende de la exposición y de la sensibilidad de cada uno. Hay un alto grado, 70% de posibilidad de heredarse. Puede afectar a cualquier edad y no discrimina en cuanto al sexo. Cada año crece el numero de personas a las que les afecta y un porcentaje en torno al 75 % de los asmáticos también la sufren. La más frecuente es al polen y casi el 50% al de las gramíneas.

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El mejor tratamiento sería evitar el contacto con el polen pero es harto difícil, por lo que deberíamos tratar de disminuir los elementos que la causan. Los tratamientos convencionales sólo se limitan a combatir los síntomas, los más empleados son dos tipos:
antihistamínicos, producen somnolencia y problemas digestivos, además de no reducir la tendencia alérgica.
glucocoticoides, sólo usados como inhaladores o descongestionantes nasales por sus peligroso efectos secundarios.
Existen otras posibilidades, más naturales y sobre todo sin efectos secundarios:
Regaliz (Glycyrrhiza Glabra), con propiedades semejantes a los glucocorticoides, y con una acción broncodilatadora y antiinflamatoria. Se recomienda tomar 3 cápsulas al día durante 4 a 6 semanas y descansar. No tomar embarazadas ni en periodo de lactancia, y precaución si hay hipertensión, diabetes o fallo renal.

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Fenogreco o Alhova, es cardiotónica, diurética y antihipertensiva, es perfecta como preventiva para la fiebre del heno. Tomar 2 cápsulas 2 o 3 veces al día. No tomar embarazadas.

Melisa, por su efecto sedante, espasmolítico y carminativo es específica para las alergias primaverales que cursasn con bronco espasmo y cuadros asmáticos. Tomar 3 cápsulas al día con las comidas.

Escutelaria (Scutellaria Baicalensis), impide la liberación de histamina y neutraliza los efectos tóxicos de los radicales libres. Se recomienda tomar 2 cápsulas 2 veces al día.

Reishi (hongo japones), posee una importante acción inmunomoduladora que permite obtener una respuesta óptima de nuestro sistema defensivo. Se recomienda tomar 2 cápsulas 2 veces al día con las comidas.

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Existen muchos alimentos a los que aunque no seamos alérgicos pueden agravar el problema. Sobre todo la leche y sus derivados, estimulan la produción de moco y poseen caseína, una proteína difícil de digerir y sustancias inflamatorias. Tampoco son recomendables chocolates, carnes rojas, margarina, azúcares refinados y productos a base de polen.