santocielo

Algunos seres vivos necesitan cambiar de piel cada cierto tiempo. Abandonan el que ha sido su refugio y cobijo y crean uno nuevo, mejorado, supongo y espero, para que les abrigue lo suficiente… hasta que se produzca el crecimiento que les empuje a cambiar otra vez.

Yo llevaba cerca de seis años completamente instalada en una piel que ya no sólo no era la mía sino que me resultaba ciertamente invivible. Esta vez el cambio necesario no pasaba por un corte de pelo, hacía falta algo más drástico. Más literal. Más… más nórdico, qué diablos.

Si hay un paso necesario en el vía crucis de una mudanza de una mujer de clase media (¿o las clases medias ya no existen y son los padres?) es la irremediable visita a Ikea, esa oda al pino chungo, a los nombres impronunciables con muchas diéresis que terminas conociendo mejor que los de tus vecinos, a Las Galletas de Ikea (nuevas Tortitas del Vip´s en mi corazón, la que fuera la quintaesencia del placer humilde hace cosa de diez años), a las montañas de embalaje que se reproducen como hongos en todos los rincones de la nueva casa, a las piezas que misteriosamente siempre sobran y que se acumulan en un cajón “por si algún día descubro dónde demonios van”, a la uniformidad de los hogares de todo el mundo (esos impagables momentos de reconocimiento que se viven se visite la casa que se visite)

A estas alturas de vida, con cuatro visitas a Ikea a mis espaldas, la primera de nueve horas, nueve, puedo proclamar orgullosamente que la otrora casa sueca, ahora holandesa, no tiene misterios para mí.

wizardofoz

Conozco cada colección como si la hubiera plagia… digoooooo, diseñado yo misma, sé qué cajera es más rápida y cuál más sensible a las desdichas de una pobre neófita en el cruel y espinoso camino de amueblar una casa desde cero, cuáles son los mejores horarios para ir a cada Templo de los disponibles en mi ciudad y garantizo que si me dejan en un pasillo cualquiera con los ojos vendados, sé encontrar la butaca Poäng con funda verde utilizando únicamente mi sentido ikeístico.

Otro asunto es la calidad de sus productos, de la que ahora no voy a descubrir nada.
Como otros artículos provenientes de templos a la vida moderna y barata, cuando adquieres un mueble de Ikea sabes que su vida, aunque muy provechosa, será corta, que se caracterizará por su manchición espontánea difícil de eliminar, y que pronto deberás hacer otra visita de rodillas hasta tu establecimiento preferido, para maravillarte una vez más del ingenio otrora sueco, ahora holandés –en todo caso, hay que reconocer que nunca podría ser español– con que resuelven toda clase de interferencias en la vida cotidiana.

Quejas aparte, benditas sean las facilidades que nos dan, su página web donde cada artículo se detalla al milímetro para que te puedas romper el coco previamente sopesando y midiendo, jugando a encajar y desencajar cada pieza –sabía que todas esas horas jugando al Tetris darían su fruto- para que la cosa quede aparente y resultona.

Una vez tienes tu nuevo caparazón urbano lleno de cajas de Ikea (que no ya amueblado), llega el momento de transportar la prueba material de tu paso por esta vida en coquetas cajas de cartón que has cogido en la calle, cestas de fruta de madera y plástico (estas últimas, altamente recomendadas para la cosmética y todo lo frágil) y todo tipo de descartes de embalaje que te sale al paso.

Llegado este momento te das cuenta de una cosa: nacemos solos, moriremos solos y nos mudaremos solos. Una mudanza ejerce el efecto Donetes a la inversa, cuando realizas la llamada de socorro, descubres que esos amigos que se pasan el día calibrándose los genitales con las dos manos están repentinamente ocupados en mil proyectos.

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Sola ante el peligro, te queda la opción de abusar de novio –mi triste caso, aprovecho para saludar a Towando, que anda ahora de vacaciones en el Caribe para compensar- o de montártelo como puedes usando maletas y carritos de la compra para marcarte tu mudanza A MANO –mi también triste, paupérrimo caso ¡y gracias a que me he ido a diez minutos andando!-

Es entonces cuando te conviertes en la atracción del barrio, recorriéndolo de acá para allá con unas ojeras que traspasan las gafas de sol, con ese tracatrá de la maleta que ya nunca dejarás de oír y con ese dolor de espalda que formará parte de tu propia idiosincrasia para siempre.

Eso sí: la sensación de satisfacción que acompaña cada pequeño avance en la nueva casa, por no hablar de cuando se tiene todo instalado y se comienza la vida en la nueva piel no tiene parangón con casi nada.

He estado seis años en una piel que he terminado rechazando –y el sentimiento era compartido- y ahora, por fin, habito la mía propia. Como escribiera Dylan, “I was so much older then, I´m younger than that now”.

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¿Conoces los términos “etnomedicina” y “fitoterapia”? La etnomedicina consiste en las técnicas y saberes transmitidos de forma tradicional para la prevención y cura de enfermedades. Relacionada con ella, la fitoterpia utiliza las plantas con finalidad terapéutica. Si te encuentras cansada y sin energía, pero no te apetece atiborrarte con las pastillas de siempre o eres una firme defensora del comercio justo y del cuidado del medio ambiente, seguramente te interese conocer la marca Aborigen de complementos alimenticios basados en las propiedades de las plantas amazónicas.

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El peluquero de las estrellas Franck Provost vino a Madrid a presentar la Gama Expert Franck Provost de L’Oréal como cuidado especializado en tratar nuestro pelo para poder domarlo. Paloma Lago, Almudena Cid y la modelo Noelia López fueron las madrinas de honor de la visita, además de prescribir los productos Franck Provost, cada una con sus particularidades de cabello y profesión.

¿Sabías que las españolas tenemos el pelo más encrespado de Europa y que no es debido a la humedad? En el país de la piel de toro, el cabello es grueso y poroso y más del 60% de las españolas declaramos que nuestro pelo es ondulado o rizado, frente al 20% de las europeas, según un estudio de la marca L’Oréal.

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Llega el buen tiempo, se acerca el verano, y aunque ya encontramos en el mercado casi todas las frutas y verduras durante todo el año, sea o no la temporada, es la época del pepino. Pepino para la ensalada, pepino para el gazpacho, y ¡pepino para la cara!

Cuantas veces no visteis, cuando erais pequeñas, a vuestras madres con dos rodajas de pepino en los ojos, o restregándoselo por la cara, cuantas veces lo has hecho tú. El pepino es rico en agua, Vitamina E y aceites naturales, por eso es uno de los mejores remedios naturales para el cuidado externo de la piel. Suaviza y rehidrata la piel después de agresiones externas como la exposición prolongada al sol, es un tratamiento adecuado para pieles con quemaduras, dermatitis, rosácea… Todas estas propiedades hacen que sea uno de los ingredientes preferidos por la cosmética para incorporarlo a sus fórmulas.

El último caso es Yes To Cucumbers para tratar las pieles sensibles, delicadas y los cabellos teñidos. Primero dijeron sí a las zanahorias para atender las necesidades de las pieles secas, luego a los tomates para los cutis mixtos o grasos y ahora le dan la bienvenida a los pepinos. Bueno, le damos la bienvenida en España, en otros países ya lleva tiempo. (más…)

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