Murillo

Murillo

¿Recuerdas qué te gustaba comer cuando eras pequeña? Yo sí. De hecho, lo comentaba hace muy poco con mi hijo de cinco años, recientemente “preocupado” con el tema de la salud gracias a que es el tema del trimestre en su colegio.

Cuando yo era peque tenía un paladar de lo más curtido y educado porque mi padre, autodenominado “cocinólogo”, se empeñó mucho en que la niña comiera de todo, plantándome, a la antigua usanza -porque los padres  de ahora ni de broma hacemos estas cosas-, delicias tales como los sesos de vaca o el puré de calabaza noche, tras noche, tras noche.

No todo fueron suplicios. Siempre me gusta contar la bonita anécdota de mi empacho de caviar auténtico a la tierna edad de dos años, mi aplaudida afición por las angulas, o la sensación bipolar de comer pescado crudo por primera vez.

Comer bien es una mezcla de varias cosas. Los alimentos tienen que ser saludables, sí, pero también estar presentados de forma apetecible, con una cocción en su punto, estar hechos “con amor” (otra muy buena de nuestros años mozos, la de la sopa de col que te tenías que comer porque estaba hecha con mucho amor. La idea, aunque entonces nos sonara a chufla, no tiene nada de tonta: de hecho, en los monasterios tibetanos otorgan el puesto de cocinero al monje con mejor “rollo”) e importantísimo: recibirse con el mismo amor.

Comer es aceptar. Es asimilar, en un sentido literal e íntimo. No son pocos los símbolos, los mitos y las expresiones del lenguaje popular que refuerzan esta idea: sin ir más lejos, la Eucaristía es el ejemplo más elocuente.


A mí me preocupa la alimentación, la mía y la de mis allegados, pero soy más favorable a un bollo ocasional que te comes con deleite y dando gracias a Dios que a una ramita de apio diaria que te repugna.

Como en todo, hay que hallar el equilibrio y dar al cuerpo y la mente lo que necesita. Un capricho de año en año hace mucho más bien que mal. Y hay que comer sano, pero alimentos que gusten, no obligarse con la ensalada porque sí cuando hay otras muchas alternativas igual de sanas.

Al hilo de todo esto, nos ha resultado interesante la encuesta que la marca Avent ha realizado a los padres españoles acerca de la alimentación a los retoñillos, futuro de la nación…

Los resultados no son ni catastróficos ni especialmente alentadores. Los padres de hoy en día estamos mucho más informados –y algunos muy obsesionados- sobre macros y micros -nutrientes- pero aún nos cuesta imponer nuestro criterio sobre las demandas de los peques de la casa.

Según arroja la encuesta:

•     Un 54% de los padres españoles asegura que sus hijos hacen 5 comidas diarias. Aunque cada vez los padres y madres se preocupan más de que los niños lleven una dieta saludable y variada, todavía tendrían que esforzarse más, según afirma la Dra. Madruga, pediatra especializada en nutrición y gastroenterología.

•    Los niños prefieren la carne (48%) sobre el resto de los alimentos. Las verduras son las menos apreciadas por los paladares infantiles.

•   Las golosinas y chucherías están presentes unas 3 veces por semana en el 65% de los hogares.

•   El 43% de las madres y padres encuestados consideran la cocción al vapor como la forma más saludable de cocinar los alimentos.

Mark Ryden

Mark Ryden

Es decir: ni tan terrible, ni un logro por el que nos tengamos que felicitar.

Si eres de las que le cuesta que su hijo coma según qué cosas, aquí van algunas ideas para conseguir que ingiera los alimentos clave:

-Pescado: un aliño sabroso puede dar vida al pescado blanco más insípido.
Por ejemplo, una salsa de pesto casero, que es fácil de hacer y queda perfecta, un poco de salsa de soja o de tomate… Así, tu pescado al vapor -francamente, hay que ser muy estoico- le parecerá otra cosa.

-Fruta: cuando mi hijo era muy pequeño, a mí me funcionaba bien licuarla. Un buen mix de 250ml de zumo y me quedaba tranquila en cuanto al aporte vitamínico, no tanto en torno a la fibra. Ahora que ya es mayor –y más rebelde-, tengo que buscarme la vida para que la coma cortándola con forma de cara sonriente (los plátanos forman una sonrisa estupenda), de animal, de árbol, lo que se me ocurra según tamaño y forma. Seguro que ya conoces este truco y te funciona. Si tienes otro, soy toda ojos…

-Verdura: ¡ah! Orgullosa estoy de haber patentado el truco del colorante alimentario, que no altera en absoluto el sabor ni las propiedades de los alimentos y que convierte el feo brócoli de ese sospechoso verde que sugiere un mundo de “manías adultas” en un fantástico arbusto azul proveniente de otro planeta.

¿Quién no se comería unas vainas de “repelente” judía verde, acelgas, coliflor… si resulta que son de un vistoso color naranja?

fussy-eater

Sea cual sea vuestro sistema a la hora de afrontar la alimentación, recordad que lo importante siempre, es que adultos y niños tengamos una dieta saludable y variada, en la que tengan cabida los caprichos y que sea sabrosa y disfrutable a todos los niveles, sentados a la mesa, con tiempo suficiente para no engullir y en una cantidad adecuada –el consejo de quedarse con un pelín de hambre es de los mejores a la hora de mantener la línea ¡y de continuar con la tarde sin desvanecer de sueño!-

Bon appetit.