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Me gustan las velas y si son aromáticas mucho mejor, las velas de colores que encierran deseos y también me gusta dar un buen soplido finalo poner la campanilla encima para que la vela se ahoge sin dar olor a chamusquina. Es tan importante encender una vela como apagarla bien. Mucha atención y cuidado, no haya que llamar al cuerpo de bomberos o a esos bomberos con un pedazo de cuerpo y una tableta digna de la portada de Men´s Health más que de PC World. Uf! qué calor hace en Madrid.

En verano se encienden muchas velas para fiestas en el jardín que alumbran las largas noches de verano y también para esas veladas más íntimas de bañera y dormitorio, donde el sueño no es el objetivo principal. Alrededor de una vela siempre hay una historia. Hay muchas velas que además de dar luz, perfuman los ambientes y las historias cambian también de tono atmósferico. Pero hasta ahora sólo conozco una vela que cuando se derrite se puede masajear sobre la cara o el cuerpo, propio o ajeno. En principio me parece un juguete para compartir a la luz de otras muchas velas y en una velada íntima.

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