La Navidad está muy cerca y el ansia por gastar y por consumir se hace cada vez más grande. Recibimos todo una avalancha de mensajes para que compres, gastes dinero y caiga en la locura colectiva que son estas fiestas. Si tienes niños, es casi imposible escapar a este bombardeo. Además, los ves tan emocionados viendo escaparates, papá noeles a la puerta de las tiendas, los pajes de los Reyes Magos… Que, en fin, tendrás que esperar a que sean más grandes para hablarles de los males del exceso de consumo. Mientras tanto, te tienes que rendir ante la evidencia y ya te veo los fines de semana arrastrando el carro en El Corte Inglés o en las tiendas de tu barrio buscando regalos para toda la familia, pero a precios que no te hundan la economía familiar.

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Foto de Cecil Beaton

Hace unos días acudí a la peluquería Cheska (calle Velázquez, 61) para probar unos nuevos productos capilares, bueno, nuevos no son, digamos que se trata de una reformulación.

Primero me hicieron una prueba para conocer mi tipo de pelo con una especie de plancha, pero que no emite calor y que está enchufada a un ordenador. Te toman muestras del cabello en la raíz y en las puntas y voilà, el ordenador confirmó que tengo el cabello fino. Enseguida, al oir el veredicto de la tecnología moderna, me vino a la cabeza esa frase que siempre nos repiten a las que tenemos el pelo fino, ‘no es que tengas poco, es que lo tienes fino’. Eso a lo que nos aferramos cuando nuestro ‘querido pelo fino’ da tan poco de sí, cuando de darle un toque distinto con algún peinado se trata. Pero volvamos al tratamiento porque no estamos aquí para contar las penas de nuestro escaso pelo -¡ah no, que era fino!-.

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