“Las realidades”, de Albert Oehlen

“Este producto no contiene parabenos”.

¿Cuántas veces te has encontrado con esta aseveración en una etiqueta: No contiene parabenos? Seguramente unas cuantas, puesto que parece ser un objetivo para algunas marcas. Y seguramente te quedarás más tranquila cuando lo ves, porque si lo quitan es porque es nocivo, ¿no?

De hecho, te suena haber oído que son cancerígenos. Pues genial que terminen con ellos. Sin embargo, ¿sabemos qué son y si realmente son ‘más malos que la quina’?

Pues no, no lo sabemos porque la mayoría de nosotros no estamos en un laboratorio estudiándolos, de manera que nos tenemos que fiar de quien sí lo está.

El doctor Luis Conde-Salazar Gómez –Jefe del Servicio de Dermatología Laboral de la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo. Instituto de Salud Carlos III de Madrid y Miembro de la AEDV- nos trae algunas respuestas.

Los parabenos son una familia de alquil-ésteres del ácido para-hidroxibenzoico. Los ésteres más empleados son el metil, el etil, el propil, el butil y el bencilparabeno.

Todos estos son ampliamente utilizados, dadas sus óptimas características, ya que son moléculas inoloras, incoloras, no volátiles, eficaces en un amplio margen de pH y económicas. Los parabenos son, sobretodo, eficaces frente a hongos y levaduras, pero también frente a bacterias.

En base a diferentes estudios parece que los parabenos son metabolizados por el hígado y el riñón, eliminándose posteriormente en la orina.

Los parabenos se utilizan en una amplia gama de productos tópicos, tanto cosméticos como terapéuticos; como conservantes de comidas, bebidas, productos industriales y medicación sistémica. Se calcula que un adulto de unos 60 kg está expuesto diariamente a 76mg de parabenos.

Pero, ¿por qué tienen tan mala prensa los parabenos? ¿Son perjudiciales para todo el mundo?

Según el GEDCT (Grupo Español de Dermatología Cosmética y Terapéutica), de la AEDV (Academia Española de Dermatología y Veneorología), para valorar la nocividad de los parabenos, hay que distinguir entre piel sana o enferma.

La primera publicación de eczema alérgico de contacto (EAC) por sensibilización a parabenos fue descrito en 1940 y se debía a los conservantes utilizados en una crema antifúngica pero hasta 1966 no se describe una sensibilización a parabenos en los Estados Unidos. Desde entonces, se han publicado diversos casos de EAC producidos por estos conservantes en formulaciones tópicas, sobre todo en pacientes que presentaban una dermatitis por estasis (cambios en la piel que ocurren cuando la sangre se acumula en las venas de la parte inferior de la pierna); los parabenos se encontraban entre los productos tópicos empleados para tratar su eczema. Dichos pacientes eran de edad avanzada y, por tener una barrera cutánea dañada, el alérgeno penetraría con mayor facilidad.

Durante las décadas de los años 60 y 70 se responsabilizó a los parabenos en la producción de eczemas de contacto duraderos, lo que llevó a la industria cosmética y farmacéutica a comercializar productos sin parabenos o “paraben-free”. Esta creencia tenía su base en la elevada tasa de sensibilización a parabenos que presentaban los pacientes con dermatitis crónica, lo que puede explicarse, al menos en parte, porque en estos años era frecuente el uso de estos conservantes a elevadas concentraciones, pero quizás también porque se desconocía la cantidad de alérgenos que hoy valoramos.

Sin embargo, la visión de los parabenos como sensibilizantes ha cambiado radicalmente en pocas décadas. Actualmente sabemos que la capacidad de sensibilización de los parabenos en la población general es baja, situándose en la mayoría de los estudios en torno al 1%. (Sólo algunos estudios muestran tasas ligeramente superiores, y corresponden a investigaciones realizadas antes de los años 90).

De hecho, y a pesar de que el uso de los parabenos ha aumentado progresivamente desde su descubrimiento (siendo actualmente los conservantes más utilizados) presentan las tasas de sensibilización más bajas dentro de los conservantes más comunes.

La conclusión final del doctor Luis Conde-Salazar Gómez es que, en definitiva, los parabenos son unos sensibilizantes débiles, y solamente en pieles sometidas a una aplicación repetida de múltiples alérgenos tendrían un umbral lo suficientemente bajo como para provocar una reacción positiva. El tipo de piel que se somete de forma repetida a múltiples alérgenos suele ser la piel enferma, y no la piel sana. En la piel sana (donde se realiza la prueba del parche), el umbral sería más alto.

La polémica, en todo caso, está servida, porque nos encontramos –por enésima vez-, ante otra sustancia demonizada que vuelve al lado claro. El consumidor bien informado y consciente decida qué le da a su cuerpo serrano.