El otro día hablaba con una de mis primas, de 29 años, de sus ganas de casarse “de una vez”, de que le da tantas vueltas al tema que a veces habla de su boda como si ya hubiera sucedido, y de la cantidad de veces que piensa “va a ser ahora” cuando está con su novio en plan romántico… y de momento, nada.

Salvando una buena cantidad de distancias, me recuerda tela a la Susanita de Mafalda, que tenía claros los más mínimos detalles de su boda cuando apenas levantaba un palmo del suelo. Seguro que tú también has conocido mujeres empeñadas en tener su día de princesa, que es en lo que deviene al fin y al cabo un bodorrio, teniendo al novio “como complemento para salir en las fotos”, según me contaba un amigo que ha pasado hace poco por el trance.

Los institutos de belleza lo saben y dedican parte de su oferta a preparar a las novias para “el día más importante de su vida”. De la cabeza a los pies, las futuras contrayentes salen más que pintiparadas, que hay que ganarse la última aprobación de la suegra petarda y luego las fotos quedan para toda la vida.

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