Rafal Olbinski

En el año 2003 se descifró la secuencia del genoma humano, hoy sabemos que somos aproximadamente unos 23.000 pares de genes y de ellos unos 1.000 son causantes de enfermedades. Este descubrimiento hizo que se dispusiera de información necesaria para que las investigaciones médicas, químicas y biológicas se aceleraran de forma exponencial.

Uno de los descubrimientos claves del proyecto Genoma Humano, fue la existencia de diferencias en la secuencia genética de cada individuo. Estas diferencias son las responsables de que cada individuo responda de una manera distinta a los factores ambientales y de estilo de vida, como por ejemplo, la dieta. Por eso, el efecto de los alimentos y sus componentes en cada individuo es diferente, dependiendo de sus características genéticas específicas.

La disciplina que estudia esto es la Genómica Nutricional, que permite adaptar los menús a los genes, saber cuál es la dieta más apropiada para cada individuo según su perfil genético. Y dentro de esta disciplina hay dos sub-conceptos que son la Nutrigenética y la Nutrigenómica, ambas tienen en cuenta el código genético de cada persona para realizar el mejor diseño nutricional, se encargan de utilizar la nutrición para prevenir o tratar enfermedades y mejorar nuestro estado de salud.

Y más concretamente, la Nutrigenómica intenta descifrar cómo los nutrientes que incorporamos a nuestro organismo influyen en nuestras células. La Nutrigenética analiza la respuesta del organismo ante la alimentación que seguimos, aumentando o disminuyendo el riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con la nutrición.

Por el momento, se está aplicando fundamentalmente a pacientes con obesidad y enfermedades cardiovasculares. La Genómica Nutricional permite diseñar un traje nutricional a medida, para tratar a las personas que tienen mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II y obesidad. También personas que tienen propensión a engordar y que han probado dietas y más dietas de adelgazamiento sin éxito, personas con errores congénitos del metabolismo, así como intolerancias y alergias alimentarias.

Pero el Dr. Ordovás, Profesor de Nutrición y Genética de la Universidad de Tufts, en Boston y colaborador científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), abre otra puerta y relaciona, incluso, la genética con algunas enfermedades cutáneas y la forma de “alterarlas” mediante el estilo de vida.

Según el Profesor Ordovás, ‘se sabe desde hace mucho que hay enfermedades raras de la piel que son genéticas, pero lo que no se conocía tan a fondo es la influencia de la genética en enfermedades o condiciones de la piel más comunes como eczemas, vitíligo, acné…’. Gracias a la capacidad de la tecnología de examinar genomas de cientos de miles de personas, se ha demostrado que existen genes que predisponen a estas enfermedades de la piel así como al envejecimiento prematuro de la piel.

Aunque la relación de la genética y los problemas de la piel está en una fase muy inicial, ya se pueden comenzar a predecir ciertas reacciones ante tratamientos farmacológicos como alergias, pero también se podrán predecir enfermedades cutáneas mucho más preocupantes como el melanoma. Además, las enfermedades cutáneas se están relacionando también con la Epigenética: la respuesta de nuestro genoma al medio ambiente.

Según el Profesor Ordovás vaticina, no se podrán abolir todas las enfermedades de la piel, pero las más comunes posiblemente sí, ‘una vez que sepamos cuál es la alteración genética del individuo y cual es la mejor terapia para cada defecto a nivel molecular. También podremos evitar reacciones adversas a diferentes tipos de tratamientos que tan comunes son hoy en día. Las soluciones no son idénticas para cada individuo sino que son definidas por la identidad genética del individuo. Este prevención personalizada abrirá las puertas a una mayor calidad de vida en cada una de las etapas de nuestra existencia’.