María Antonieta, de Martin van Meytens

Toda la vida se ha llamado colorete, ahora, por influencia del inglés y porque parece que si se dice en otro idioma es más glamuroso, todo el mundo lo llama blush. Es el gran olvidado, o quizá sería más apropiado decir que es el peor utilizado, no tienes más que echar un vistazo por la calle, las mujeres saben que tienen que utilizarlo, pero no siempre saben muy bien cómo hacerlo.

Su función es iluminar y dar forma al rostro. En la actualidad, se ha convertido en un complemento imprescindible para mejorar el tono, aportar al rostro ‘sensación de buena cara’, de aspecto saludable. A lo largo de los siglos ha evolucionado, con más o menos importancia dependiendo de las épocas, aunque sin duda el protagonismo al colorete le llegó a partir del Renacimiento, la mujer llevaba el rostro completamente blanco, para lo que se aplicaban polvos de arroz o harina, se pintaban lunares y se los colocaban en el rostro o en el escote, dependiendo del significado que le quisieran dar. Todas las europeas de clase alta vivieron una verdadera ‘fiebre del colorete’, el rubor en las mejillas contrastaba con esas caras blancas, y se utilizaba en cantidades enorme cuando se quería llamar la atención y parecer, intencionadamente, descarada. Por el contrario, el colorete desaparecía por completo después de un fracaso amoroso.

Pero aunque las modas cambien, el colorete no se debe aplicar a lo loco sobre las mejillas, existen unos mandamientos del colorete, ¿los repasamos? (más…)

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