En este blog no nos gusta hablar de dietas porque son peligrosas y no creemos en ellas. Siempre tienen un principio y un final, normalmente dudoso con efectos rebote, yo-yo…y trastornos alimenticios como bulimia y anorexia en algunos casos. Por tanto, la manera razonable de adelgazar es comer de acuerdo a nuestra actividad física, manteniendo un equilibrio entre lo que comemos y lo que consumimos a nivel energético. Una regla tan sencilla como 2+ 2 = 4 . Sin embargo seguimos probando con dietas absurdas, milagrosas y peligrosas (insistimos, one more time)

No creemos en las dietas porque hay cada vez más casos que conducen a la enfermedad, por nuestra parte no queremos cargar con más muertes por anorexia. Lo hemos vivido desde demasiado cerca. Hablamos de ser gordita y empezar a perder kilos a toda velocidad y pasar a estar demasiado delgadita y no querer comer para seguir adelgazando y que todo el mundo te siga diciendo que bien te has quedado. Puedo asegurar que ver como alguien sano empieza a enfermar de anorexia y a obsesionarse con la báscula, pensando sólo en seguir perdiendo kilos y no engordar ni un gramo, es temendamente angustioso. El que está en el papel protagonista parece no darse cuenta de lo que le está pasando a su cuerpo porque vive un espejismo. Y la frontera, es muy delgada. En ocasiones, no hay marcha atrás.

¡Maldición divina! por haber comulgado con modelos adolescentes y encima medicadas por algunas agencias de modelos con peligrosas pastillas para bajar de peso, a pesar de ser ya excesivamente delgadas. Pasarelas, editoriales de maquillaje, portadas de revistas, campañas de publicidad. ¿Se llevan las mujeres con curvas? No es que se lleven o no se lleven, es que las mujeres con curvas son más sanas y en eso, deberíamos estar todas de acuerdo. Pero con curvas de verdad.

¿Qué nos estamos haciendo? ¿La moda es el único culpable? La moda como modelo de toda la sociedad. En Occidente el burka se lleva por fuera. Piensa en qué trabajo piden a una mujer mayor de 40 años y con una talla XXL

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Moda y arte se dan la mano, o simplemente es que la moda es arte. Prueba de ello es la excentricidad de muchos diseñadores, que nos recuerdan continuamente las locuras de muchos pintores o músicos a lo largo de la historia. Según dijo Yves Saint-Laurent ‘La moda no es un arte, pero para dedicarse a ella hay que ser un artista’. Otro punto en común con el arte es que pocos son los que pueden tener un diseño de alta costura en casa, como tampoco pueden tener un cuadro de un gran artista.

Y el diseño de calzado es buen ejemplo de ello, zapatos como verdaderas obras de arte aunque la funcionalidad y comodidad queden relegadas a más que un segundo plano. Joyas del diseño sobre las que caminar son las creaciones de Jimmy Choo, que, como muchos artistas fue muy precoz, confeccionó su primer par de zapatos cuando sólo tenía 11 años.  Aunque no es extraño porque vivía rodeado de ellos, creció en una pequeña provincia de Malasia donde su padre era propietario de una fábrica de calzado, su madre también trabajaba en el negocio familiar y le enseñó a Jimmy todos los secretos del mundo del zapato. Su vocación estaba más que clara, así que años después inició su camino hacia la fama y cambió su residencia en Malasia por Inglaterra. Allí estudió en el famoso London College of Fashion, aunque nada que ver con el típico ‘niño de papá’: para pagárselo, trabajaba a tiempo parcial en restaurantes y fábricas de zapatos.

En 1988 tenía ya su propio negocio pero el hecho de no hablar bien inglés le llevó a tomar la determinación de no hablar con la prensa. En esos años trabajó como asistente en Vogue hasta que una llamada de Diana de Gales le cambió la vida. Se había corrido la voz del talento del joven diseñador y la princesa quería conocerlo y lucir sus diseños.  Después de esto abrió su primera boutique, pero pasó muchos apuros económicos porque no era un hombre de negocios, y ahí entra en juego la figura de Tamara Mellon.

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