El mercado de la cosmética capilar está viviendo una extraña revolución que puede llegar a desubicarte un poco a en cuanto a los puntos de venta a la hora de adquirir los tratamientos para el cuidado de tu melena. De las clínicas veterinarias pasamos al departamento de salsas o lo que es lo mismo del champú de caballo rico en biotina pasamos a la mayonesa capilar… Ya es toda una fiebre comercial en otros países, y creo que no tardará en llegar aquí.

No, no me estoy refiriendo a empezar a elaborar una receta casera complicada a base de yogur, aguacate y aceite de Monoï.La fórmula llega servida y envasada expresamente como tratamiento capilar. Una nueva salsa (?) para uso exclusivo de cabellos secos y estropeados. Es decir la misma mayonesa que le pones a la ensaladilla rusa pero envasada para hacer brillar tu cabello. ¡Con un par de huevos y un poquito de aceite de oliva, mejor virgen extra y de primera presión en frío!

¿Te apetece probar un poco?

Puedes esperar a que llegue a las perfumerías o dirigirte directamente al hipermercado más cercano y pararte en el pasillo de salsas y probar con la mayonesa Hellmans de toda la vida. La verdad es que en este caso, no te recomiendo Ligeresa porque se trata de no escatimar en grasas, que en realidad son las que aportan nutrición y brillo al pelo. 

Lo cierto es que sería mucho mejor que la prepares en casa con buen aceite de oliva, unas gotitas de limón o vinagre de Jerez y un par de huevos, mejor si son de granja, batir la mezcla y extender sobre el cabello limpio. A continuación y sin salir de la cocina, envuelve tu cabello impregando con mayonesa con film transparente y ponte a limarte las uñas o a leer un buen libro. Lo que quiero decir es que te entretengas un poquito, mientras la mayonesa penetra en el cabello durante aproximadamente 20 minutos como con cualquier otra mascarilla nutritiva. A continuación, vuelve a la ducha y aplica un toque de champú o dos hasta que la mayonesa haya desaparecido.

Para finalizar, aclara el pelo con agua fría y peina como quieras. Acércate al espejo y mira el brillo que te ha dejado la mezcla de aceite de oliva y huevo.

¿Qué tal?