Los mejores se han puesto de acuerdo. Las colecciones de moda de invierno  de las grandes marcas como Stella Mc Cartney, Louis Vuitton o Lanvin, así como las low cost de H&M o Uniqlo se han manchado de lunares negros, blancos a modo de copos de nieve o multicolores como confetti en los accesorios.  Las revistas se han llenado de fotos con celebrities como la cantante Katy Perry, las actrices Scarlett Johansson, Cameron Díaz o Chloé Sevigny –con vestido de Isaac Mizrahi– , las modelos Eva Herzigova y Eva Mendes y hasta la superpresidenta Michelle Obama con trajecitos casi idénticos: cortos, negros y con lunares blancos.

 

Es éste un homenaje a esas pequeñas manchas que la aristocracia comenzó a imprimir en los tejidos en el siglo XVIII. Los “polka dots”, como llaman los ingleses a los lunares, tomaron ese nombre de los vestidos que utilizaban los bailarines de la polka, danza popular  en 1800. Dado que los lunares añaden sentido del humor, desparpajo y feminidad  a cualquier prenda, los años 50 y 60 los retomaron con la querida Minnie Mouse o con los shorts moteados que llevaban las pin ups y las camareras con patines que servían los refrescos por la ventanilla del coche en los cines de verano americanos de aquella década.

 

Inolvidables también  aquellos vestiditos escotados, évasé y llenos de lunarcitos que lucía Sofía Loren en las películas del neorrealismo italiano y en Los girasoles  o la bellísima Brigitte Bardot, todo un mito, cuando aún no se había hecho mayor y no parecía una turista más en Benidorm. Después llegó Saint Laurent con su frase indeleble: “El mejor vestido que puede llevar una mujer son los brazos de un hombre”, y colocó a la primera modelo negra sobre la pasarela pintando con lunares sus famosos blazers masculinos,  aunque para mujer: Catherine Deneuve, su musa, los convirtió en tendencia, así como el esmoquin femenino.

 

Así pues, zapatos y gafas de Louis Vuitton o de Asos, pantalones de gasa anchos y vaporosos de Dolce&Gabanna o series de televisión de exitazo como Mad Men nos acompañarán todo el invierno. El toque final, ya arregladas antes de salir de casa, lo pone el nuevo perfume Dot de Marc Jacobs, otro guiño a la energía y encanto que ponen los lunares donde los plantes.

El frasco de cristal rojo –divertido y vital- lo dice todo de su coautor, Jacobs, el visionario y el hombre que deja su huella sagaz, esta vez redonda, en todo lo que inventa.