coco

El ideal romántico de la vida que espero estar llevando en unos años (cuanto antes, mejor)  se describe con ciertos elementos clave. A saber: una hamaca, una playa, muchos libros y un cocotero.

Me encanta el coco en cualquiera de sus manfiestaciones. Crudo, su olor a mítica crema de verano, su zumo, o rallado dentro de un Bounty (¡je!)

Su aceite es el último grito en mi herbolario de cabecera y sus propiedades son lo más, ya que acelera el metabolismo tiroideo y tiene cierto perfil de aumento de la respuesta inmune. Tiene la misma aplicación en cocina que el de oliva y existe en sabor neutro por si el coco no te suscita tantas pasiones como a mí.

Su agua también anda en esta línea benéfica. Sobre todo aquella elaborada con cocos verdes, como la de Zico, porque son los que aún no han desarrollado las grasas. Además es alta en potasio, mineral indispensable si haces ejercicio, y ayuda a regular la presión arterial.

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