Al mal tiempo, menos negro y menos gris. El estilista Michel Meyer se ha atrevido esta temporada con colores antaño reservados sólo a la primavera o el verano. Naranjas, violetas, malvas, animal print, amarillo. Valen todos los que iluminen un ambiente, una atmósfera que se empeña en ser grisácea y áspera, sobre todo para el bolsillo y el ánimo.

Ni una pluma , ni un abalorio, ni una lentejuela made in China. Meyer recala y escudriña por los artesanos de Londres hasta encontrar tejidos de sueño, extrañas rafias, plisados que no son de Fortuny pero lo parecen, botones o trozos de metal. Sus tocados son la labor de una especie de sastrecillo valiente que reconoce que le apasiona inventarse  tocados, sombreros, pamelas de ala gigante.

Siempre se las prueba ante el espejo y, si no le sientan bien a él, las rechaza. ¿Y qué tendrá que ver la fisonomía de quién la llevará con la suya?, pienso yo. Pero la cosa es que acierta y sus aderezos pululan por las bodas VIP, las webs como esta o el couché caro.

El día que inauguró su pequeña tienda taller, hace unos años, me puse dos o tres gorros -a las diez de la mañana- y me paseé por la calle asomándome a las tiendas del barrio. Al que vendía patatas fritas a granel le encantó un casquete muy años 20, pero a los de la tienda Vinçon les hizo más gracia una boina de angora ámbar.

Las melenas suavemente onduladas o los rostros exóticos parecen protagonistas este otoño, perchas para unos adornos que, de pronto, se suben a la cabeza.

Estudio Michel Meyer

C/ Castelló, 5.  Madrid. A partir de 100 euros.

Fotos: Jean Pierre Ledos