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Amar en tiempos de captchas, una reflexión sobre los tiempos que corren más deprisa que nosotros.

Hace poco me disponía, sandunguera y campante, a enchufarme en vena algo de música en mi Spotify.

Spotify es una aplicación que permite acceder a un potable archivo de músicas variopintas. Se puede hacer listas propias o colaborativas, envenenar la bandeja de entrada de los contactos, seguir a los artistas que embelesan; cosas así, de filia profunda.

Nunca me había fijado en la opción ‘discover’. Por eso me quedé perpleja y aterrorizada cuando comencé a leer las amables y del todo inofensivas sugerencias de la pestaña indiscreta.  “Has escuchado a Fulano, es posible que te guste Mengano”. “¿Te gustan Éste y el Otro? Pues sin duda te gustará Eldemásallá”. HORROR. Es hora de sacar de paseo a la reaccionaria que llevo dentro. Parecerá una chorrada, pero a mi parco entender –operativo desde la Era sin Internet-,  hay una diferencia básica entre cimentar el gusto orgánicamente y que te lo sugiera un algoritmo: lo uno es parte del fluir natural de los acontecimientos y lo otro es tan forzado como salir con un captcha*. Por todo lo que se agita, ¡¡¿qué será lo maldito próximo?!! ¿Cambiar el nombre al matrimonio por ‘hacerse premium’?

cyborg

Habrá quien diga: “¡pero si eso lo hace también Amazon!”, “¡y Asos!”, “¡la compra es más sencilla así!”, “da gusto que te conozcan y te ofrezcan productos especialmente para ti”.

Pues ahí, AHÍ es donde me duele el temita del amor musical. Me hace pupa en todas las cintas TDK grabadas primorosamente a mano por el amigo solícito que viajaba mucho a Londres o la inefable colega que tenía hermanos mayores y enterados. Toda esa música que se descubría con la bendición de alguien que leía en tu pobre y baqueteada cabeza y seguía el mismo razonamiento que el algoritmo de Spotify, Rdio, Last FM o cualquiera de los programas que invaden parcelas reservadas a los humanos. Porque esto es un asalto a traición de la emotividad más íntima y hay que alzarse al grito de ¡NO PASARÁNNNNN!

Eso, lo que os digo. Que no han de pasar. Sirva esta quejumbrosa –pero aleccionadora- parrafada para aturdirte y ocultar así el triste origen de “mi” último descubrimiento musical… Aaaah, sí. Al final el último estandarte de la pureza de espíritu y actuación se vio tentado y cayó en las redes, y no precisamente sociales. Y lo peor es que estoy enamoradísima del artista que se me ha puesto en bandeja. Las máquinas saben cosas de mí que yo misma ignoro.

black mirror

Quien haya llegado hasta aquí demuestra no encontrar empacho en la lectura, se merece una estancia en un spa o un jamón pata negra. Además de mi mejor recomendación de los últimos tiempos: “Black Mirror”, serie británica de Charlie Brooker. Trata con la mayor puntería y crudeza todas estas cuestiones sobre el uso/abuso de las nuevas tecnologías. Dos temporadas, tres capítulos por barba y un repaso del quince en lo político, lo social y lo sentimental. Densa y ciencifantástica. La serie que habla de lo que está sucediendo hoy y no de lo que sucedió ayer.

captcha

*Un captcha es una secuencia con o sin sentido de palabras y números distorsionados pero reconocibles, que se incluye en algunos servicios –por ejemplo: para descargar algo de la red, responder en un blog o activar una cuenta en un foro-. Sirve como cortafuegos de seguridad para diferenciar máquinas (bots) de humanos. Lo bizarro del asunto es que la prueba la emite y criba una máquina, es un sistema fastidioso y completamente automatizado. Hasta que a algún lumbreras se le ha ocurrido cómo burlarlo, dándole la vuelta al concepto cyborg como sólo un humano que hubiera estado allí, más allá del código fuente de Matrix, podría hacerlo: los solucionadores de captchas.

Mira qué práctico: http://deathbycaptcha.com/user/login

Tú pagas 1,39 dólares por 1000 captchas resueltos. Por personas, claro está, recordemos que una máquina no puede descifrarlos. Tu programa envía el captcha que te da la lata y a los 15 segundos te lo devuelven resuelto por un esclavo hacinado de algún punto del mundo. Esa persona y tú estáis unidos por el algoritmo. ¡La fusión hombre-máquina se ha conseguido de nuevo! Me voy a cargar la batería en la matriz para celebrarlo. Digooo, !a comer en casa de mi madre!