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Matthieu Ricard es el hombre más feliz del mundo.

La razón para que detente tan codiciable consideración no es que sea monje. Ni siquiera que sea budista – aunque todo esto ayuda más que ser broker, de eso estoy segura-.

El cerebro del parisino, analizado en 2012 por el profesor de la Universidad de Wisconsin Richard J. Davidson, mostró un funcionamiento muy distinto al del resto de los humanos, “resultados nunca vistos con anterioridad”: una actividad inusualmente efervescente en la corteza prefrontal izquierda, relacionada de forma directa con el bienestar. Y, sobre todo, con la aversión a la negatividad.

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Según Davidson, este rechazo selectivo redunda positivamente –valga el facilón juego de palabras- en el enfoque de la ‘bright side of the life’, como cantaron los Monty Python aun en la cruz. A esto se le conoce como ‘neuroplasticidad’, y alude a la capacidad consciente e independiente de crear y fortalecer redes neuronales que favorecen la felicidad, a través de prácticas como la meditación y otros entrenamientos que deben ponerse en práctica cada día. La felicidad no se persigue al tuntún, proclaman los expertos en neurociencia, se ejercita. ¿Hacemos curl de pensamiento positivo?

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1. Abraza al animalillo que hay en ti: distingue entre ‘huída’ o ‘lucha’.

El ser humano vive en una perpetua situación de estrés, en distinta graduación según el escenario –llegar a tiempo al trabajo, reclamar una factura impagada, acudir al hospital, responder rápidamente al móvil…-
Se trata de una respuesta psicológica que repercute en el sistema nervioso y genera una importante reacción hormonal.

En un mundo sobresaturado de estímulos, el uno más apasionante que el anterior, ¿cómo establecer prioridades? Descartando la multitarea. Sí, eso del multitask que ha estado rellenando espacio en algunos medios últimamente y que ha gozado de cierta mistificación. Ten clara la jerarquía de tareas y lo que necesitas hacer primero. Organízate, no contestes al correo si estás haciendo otra cosa. Aprende a procesar la información dándole un tiempo para que cristalice en la cabeza.

2. Enfoca la atención en el bienestar emocional.

“Tus pensamientos más profundos siempre se reflejarán en tus comportamientos exteriores”, explica Teresa Aubele en Psychology Today, “porque los cambios autogenerados en tu vida siempre están precedidos por cambios en la forma en que tú piensas sobre algo”.

¿Te has fijado en la gente que, sencillamente, consigue lo que quiere? Solemos pensar que tienen “suerte”, pero lo cierto es que son personas optimistas, que parten de la idea de que el viento va a soplar a su favor: que no ven los obstáculos sino la manera de sortearlos.

Cuando pienses en el futuro como un alud de problemas, intenta encontrar también la larga lista de posibilidades de crecimiento que te ofrece. Tira de ‘apriorismo buenrollístico’.. No sólo serás más feliz sino también más productiva, reactiva y resolutiva.

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3. Realiza actividades que inunden tu cerebro de dopamina y serotonina.

Enamorarte, practicar sexo o un deporte que te guste, leer un buen libro, escuchar música, disfrutar del noble arte de la conversación, cuidar una mascota, permitirse hacer el tonto sin miedo al ridículo… son actividades que embriagan el cerebro y el espíritu con dulces y naturales hormonas de felicidad.

Dedica un tiempo para ti todos los días, un tiempo en presente para abrir el grifo hormonal y dejarte invadir por la ‘morfina’ endógena, sin obligaciones ni preocupaciones.

4. ¡Saca al moodfoodie que llevas dentro!

Existe una relación directa entre lo que comes y la manera como te sientes.

El alimento es, en primera instancia, combustible, pero no todos los ‘bloques de energía’ aportan la misma calidad ni los mismos nutrientes.
Para mejorar los estados depresivos, es útil comer frutos rojos, pescado azul (por los ácidos grasos Omega 3), cacao, guaraná, yerba mate, vegetales, dátiles, plátanos y frutos secos.

5. Entrena a tu cerebro para construir nuevos caminos para la felicidad.

Seguro que a estas alturas de vida ya estás familiarizada con términos como mindfulness, o incluso has practicado meditación, yoga o respiración profunda de manera intuitiva cuando te sientes estresada.

Técnicas muy sencillas, como rememorar conscientemente tus momentos de felicidad o dedicar 5 minutos al final del día a pensar en todo lo bueno que te ha pasado –o que te ha de pasar-, ayudan a conjurar la mente hacia un estado de mayor empatía y conciencia. También es útil llevar un ‘diario de agradecimiento’ –puede ser mental- para ayudarte a valorar todo lo bueno que hay en tu vida.

Analiza conscientemente tus pensamientos, identifica, discrimina y pasa a limpio aquellos que colaboran en tu empeño de ser feliz. Con el tiempo, la práctica se mecaniza y te notarás mucho más fuerte a la hora de enfrentar las adversidades.