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No tengo ganas de preocupaciones. Cuando estreno sombrero me hace el efecto de que todos los números que conozco se borran de mi cabeza. Margaret Mitchell.

Cómo visten los sombreros, ¿no le parece? Encumbran el estilismo más plano, confieren elegancia y distinción y estiran la silueta, favoreciendo además un trampantojo de luces y sombras sobre el rostro que puede hacerle oneroso favor. Olvide sus prejuicios y temores, enquistados en nuestras sobrias costumbres hispanas en el vestir: ¡hágase el favor de usarlos! Piense en que algunos consiguen un aspecto tan interesante y cinematográfico que cualquier cosa que diga se escuchará con devoción. Si a las it girls les funciona esto de chanar sin abrir la boca, a usted también. Piense, además, en que podrá saludar cuando se encuentre con alguien retirándolo con atildado ademán, y eso que se lleva en galanía perdida. Todo ventajas.

¿Hay vida más allá del recurrente borsalino? Un vistazo a las pasarelas de la temporada arroja luz sobre la cuestión de la fugacidad de las modas. Este año se llevan los sombreros cowboy con cierto deje masculino –perfecto para looks andróginos-, las gorras de vagabunda (muy) chic y los sombreros oversized, agigantados como planetas saturninos, no aptos para vergonzosas y calados a ras de ceja.

Aunque en nuestro país, sobrio y poco dado a fantasías, vaticino escaso éxito para casi cualquiera de estas propuestas, le invito a considerar el sombrero como complemento a reivindicar. Pocas prendas enfatizan el carácter como ésta.

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