La colección de Smileys de David Diez Diez

La colección de Smileys de Carlos Diez Diez

Iconos de moda fuera de lugar, descontextualizados, que viajan desde otra dimensión. La edad de la inocencia y el arte del pastiche. Es curioso el devenir de algunos símbolos más o menos ideologizados y cómo se funcionalizan, pasando a formar parte de la Cultura Asumida y Domesticada y perdiendo la seña de identidad que los alumbró.

Con ello no sólo muta el paisaje social hacia una incógnita de intenciones – ¡y con la elocuencia que esperamos tengan nuestros trapos!- sino también los porqués profundos, la búsqueda que condujo hasta ese icono concreto que ahora se presenta descastado, sin protesta y sin linaje, huérfano de padre conocido.

Hijo de todo y de nada a la vez, quien lo lleva hoy ha olvidado el compromiso del símbolo para volver a ese estadio infantil en el que uno se apropia de lo que le gusta sin alejar la vista más allá. Consumidores viviendo la nueva edad de la inocencia, del capricho y de la moda entendida como voraz caníbal de cultura.

¿Intuyen cierto lamento entre estas líneas? Pues sí: es el sentimiento de pérdida. Si la cultura integra y pervierte la ideología de un icono, éste no hace más que reforzarla en lugar de alzarle la voz.

El que no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y sólo vive al día, pontificó Goethe en uno de sus frecuentes momentos de lucidez allá por el siglo XVIII.

Veamos, con la familiaridad que nos une, algunos de esos iconos de las tendencias nuestras de cada día. Dediquemos, ya que nos metemos en harina, un segundito de reconocimiento al sustrato con sabor.

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