La dieta alcalina se basa en la división de los alimentos según su grado de alcalinización o de acidez, señalando su capacidad de afectar la acidez y el pH de los fluidos corporales (sangre y otros líquidos). Su propuesta es seleccionar los alimentos en funicon del pH  para obtener mayor energía e incluso frenar el desarrollo de muchas enfermedades degenerativas. Consumir más alimentos con alto índice de alcalinidad y poca acidez. Los beneficios se presentan inmediatamente en forma de bienestar y digestiones ligeras.

Y, a largo plazo, podemos esperar “la eliminación por vía renal de la gran mayoría de toxinas que tenemos en nuestro organismo, además de prevenir la aparición de enfermedades degenerativas.”, señala la doctora Paula Rosso, máster en medicina estética y nutrición y directora del departamento de Corporal del Centro Médico Estético Lajo Plaza. “También es una dieta que elimina grasas y productos refinados y ayuda a la prevención de ciertos cánceres, como el de colon”.

Menos grasas, menos productos refinados y una cesta de la compra que explote en distintos colores. ¿Cuáles son exactamente los alimentos alcalinos?

El pH neutro de nuestro organismo es exactamente 7,0. Alcalinos son todos aquellos con un pH superior a 7,0. Estos son las verduras de hoja verde, las frutas (incluidas las cítricas) y vegetales (tomates, pepinos, cebollas, pimientos, zanahorias…), los brotes, las hierbas, las especias (canela, curry, jengibre) y las algas y alimentos probióticos. Además se pueden añadir otros ‘extra’ alcalinizantes como el vinagre de sidra de manzana, el polen de abeja y la lecitina de soja. Como proteína, se admiten las vegetales como el tofu o el tempeh. Pero atención, a pesar de las apariencias, la dieta alcalina no ha de ser necesariamente vegana.

“El planteamiento ideal debe ser en un 80% alcalino y un 20% ácido, así que se pueden consumir ciertos productos como las carnes o los pescados en pequeñas cantidades”, aclara la doctora Rosso.

Se consideran ácidos los alimentos con un pH por debajo de 7,0. La medicina alternativa defiende que la acidez sistémica puede conducir al estrés emocional y la sobrecarga tóxica, a una menor respuesta del sistema inmunitario y a ciertos procesos de privación de oxígeno en las células.

Son alimentos ácidos los edulcorantes artificiales y el azúcar, las carnes, las aves, los pescados y mariscos, los embutidos, los quesos, los huevos, las bebidas con gas, el chocolate, la harina de trigo, la bollería, la mermelada, la cerveza, los huevos, el té negro, los helados, el vino, el alcohol, las drogas y medicamentos, el tabaco…

Se consideran neutros la mantequilla, la miel, los aceites, la avena y su salvado, el salvado de trigo, el arroz, la quinoca, el centeno, el germen de trigo, las legumbres y las leches vegetales.

A bote pronto, una dieta de aspecto saludable. ¿Para todas las edades? “No, nunca la recomendaría en la infancia o en situaciones carenciales (anemia, osteoporosis, etc) o embarazadas ya que como toda dieta estructurada podemos tener carencias y estas tres situaciones no son las ideales para que eso suceda, para el resto de las personas proporcionaría un beneficio haciéndola de manera controlada y medida.”, matiza la doctora Rosso.

Así que te estás planteando alcalinizar tu vida, es recomendable acudir a un profesional formado que te paute los alimentos más adecuados según un chequeo previo. Como introducción a la materia, y ahora que apetece comer fresco, se puede ir añadiendo licuados de frutas y verduras alcalinizantes. Como nos comenta la doctora Rosso, “son una muy buena herramienta para poder tomar diferentes tipos de frutas y verduras y  aportar una alta carga antioxidante a nuestro organismo”.

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