A ratos impecable, casi siempre acertada. En general, tremendamente aburrida. La alfombra roja de los Oscar de 2016 se ha caracterizado por la corrección a lo ‘siglo tecnológico’ –es mejor apostar por valores infalibles que ser carne de meme- y por el exorcismo del riesgo en cualquiera de sus variantes, belleza o moda. Complicado elaborar una lista de mejor y peor vestidas o fijar algún look como hito exclusivo de 2016. ¿Boicot a las lenguas viperinas?

La noche, dicen, nos confunde, y no digamos las intercambiables ediciones de los Oscar, con sus socorridas evocaciones del glamour de los 50, sus peinados con ondas deshechas a lo Verónica Lake, sus altas costuras, sus escotazos de vértigo o su fidelidad a la belleza mainstream. Ojo, que a nadie le disgusta un Chanel. Ni un Dior, un Armani Privé o un mesmerizante Gucci, desde aquí les mandamos a todos una sentida reverencia.

Quizá reinventar el espectáculo sin reventar Twitter o ganarse un sonoro ARGH sea más difícil –y doloroso- de lo que pensamos. La presión sobre los actores y actrices (muchísimo más sobre ellas) es monstruosa. En todo caso intuyo que esta mañana el corrillo de los Oscar en las oficinas no goza del fragor de ediciones anteriores. Sería bueno, por la salud de la maquinaria de los sueños, que entre todos la sepamos engrasar.

 

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Alicia Vikander recogió su Oscar a la mejor actriz de reparto por La chica danesa con un delicado Louis Vuitton palabra de honor en amarillo candy que le valió el primer (y casi único) meme de la noche por su parecido (¿?) con Bella, de La Bella y la Bestia de Disney.

Para acompañarlo, se decantó por la tendencia de maquillaje de la noche (¿habrán confabulado para ello?): nude con ojos ahumados. El half up bun hizo el resto para lograr una imagen aniñada y un tanto bucólica. Además de estratega: “Al retirar el cabello de la cara, resalta la línea de su traje palabra de honor y la simplicidad de su escote, dejando todo el protagonismo a su rostro y a los espectaculares pendientes”, comenta Eduardo Sánchez (Maison Eduardo Sánchez).

Frontales o en la espalda. La piel respiró como nunca con los pronunciados escotes que eligieron actrices como Charlize Theron (con un cabello ultra-corto que recordaba al de su guerrero personaje en Mad Max), Jennifer Lawrence (quien lució un Dior con transparencias adaptado especialmente para ella), Brie Larson (quien se llevó su Oscar a la mejor actriz por La habitación con un Gucci en color azul Klein), Olivia Wilde (vestida por Valentino Alta Costura) o Julianne Moore (como siempre, maravillosa con su Chanel Alta Costura).

Oro, plata y mucha pedrería. Los metales preciosos tuvieron, cómo no, honrosa representación sobre los cuerpos de Margot Robbie (vestida de premio Oscar por Tom Ford), Daisy Ridley (la protagonista de El despertar de la fuerza encarnó a la perfección el espíritu Chanel con un vestido con pedrería estilo años 20) y la modelo Lily Cole (de Vivienne Westwood).

Suspiramos ante el gótico victoriano, un estilo un poco más complicado de defender, con Rooney Mara (estandarte oficial del look vampírico, siempre fiel a Givenchy y peinada con moñitos a lo Star Wars) y la modelo Dorith Mous (con un Dennis Diem muy dramático).

Y las variopintas menciones honoríficas de estilo van para: Charlotte Rampling y su Armani Privé (¿hace falta explicar por qué?), Jacob Tremblay (de Armani Junior, pero, sobre todo, con gemelos y calcetines de Star Wars), Jared Leto (muy original con su clavel y sus slippers, todo auspiciado por Alessandro Michele para Gucci), Sophie Turner (de Juego de Tronos y con un Galvan muy de fashion insider) y Sandy Powell (flamante diseñadora de vestuario de Carol, bowiesizada para la ocasión).