“Como animales enjaulados”. Así describe mi parentela a sus retoños cuando llega septiembre y la consabida vuelta al cole y la rutina. A la infantil (¿?) lucha a muerte entre el principio del placer y el de realidad se suma el esfuerzo de los padres y madres, ahogad@s entre compras de material, negociación con las criaturas y metodología espartana para conseguir llegar a todo. ¿Te suena?

Sí, la operación retonno reclama una mente fría y desengrasada, de reflejos agudos como los de un felino de la Savana. O, eh, también un poco de ayuda de tus amigas de Belleza Pura. Ficha algunas de nuestras ideas para hacer de la vuelta al cole una cuestión ajena a la pura y cruda supervivencia.

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  1. Rumiar el forraje.

Uno de los momentos más nefandos de la vuelta al cole de todas las épocas es el proceso de forrado de los libros. Para colmo ahora se dividen por trimestres, con lo que se hace aún más pesado. Para superar este trance hay varias opciones. 1) Comprar una máquina forradora entre varios padres  e ir resolviendo la cuestión por turnos y en rápidas sesiones. Drástico y eficaz. 2) Elegir los forros de papel adhesivo previamente cortados (un ahorro de tiempo importante). 3) Delegar la tarea (y sin remordimiento alguno. La vida ofrece muchos momentos en los que poner a prueba nuestra tenacidad, por eso no te preocupes. En muchas librerías los forran a un precio muy razonable, si no tienes a esa bendita familiar que disfruta con estas actividades. Y adiós al llanto y al crujir de dientes).

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  1. ¿Quién puede matar a un gusanillo?

La hora de la merienda es la mejor para colar un snack saludable. Me temo que en el cole de mi hijo las cantidades del almuerzo son claramente insuficientes, porque sale despavorido y se come lo que cae en sus fauces. Incluso fruta entera, no en zumo, a feroces mordiscos. Incluso un bocadillo de pan integral con mucho relleno sospechosamente verde.

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  1. Vivir rodando.

Con todo lo que hemos ganado en diálogo, cercanía y trato con nuestros hijos, es incomprensible que todavía acarreen kilos de papel y material escolar sobre sus columnas en fase de formación. Las mochilas con ruedas son una excelente opción para liberarles de ese peso. También a esas edades en las que les gusta llevar la mochila colgando chulescamente. Si no están muy convencidos, intenta abundar en lo tonto que resulta cargar en la espalda un 25% de su peso corporal, cómprale una mochila vistosa y como alternativa final, invítale a un visionado casero de El jovencito Frankenstein. Si no funciona, eso que se lleva.

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  1. Un día entre dos parece mucho más que un día.

Cuando nos sumergimos en lo que nos empeñamos en llamar ‘vida normal’, es difícil encontrar tiempo para estar en familia. Para colmo, las pantallas que ya usan todos los críos no ayudan a facilitar estos espacios comunes. Para evitar que tu hijo se aísle, intenta destinar al menos un par de horas diarias a alguna actividad, como pueda ser jugar a un juego de mesa, cocinar, dar un paseo, montar un karaoke casero, hacer un puzzle de muchísimas piezas, organizar una gymkana con pistas en casa, ir a algún museo que le interese, al cine, al teatro… Importante no imponerlo –es mejor decidir juntos- y tampoco plantearlo como una estrategia para alejarlo del móvil.