Llamados a mejorarnos la vida, nuestros hábitos en materia de cuidado personal han cambiado al vertiginoso ritmo que marca la sociedad. Desde el perfume como solución para enmascarar la falta de higiene, hasta la marca nicho más exclusiva como muestra de estatus y criterio. De la inescrutable frondosidad del monte de Venus sesentero, a la depilación brasileña o la decoloración íntima. Del exhaustivo ritual del afeitado a navaja a la maquinilla eléctrica. para terminar en el elogio de la barba. De la sucinta letrina en el suelo al modernísimo sanitario cuasi galáctico…

El cuidado personal de los doble cero tiene poco que ver con el del siglo pasado. Hoy vamos a abrir la cápsula del tiempo -sin nostalgia alguna- para ver qué estamos dejando atrás.

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  1. Del desodorante al antitranspirante.

Ya sabéis que si algo no le falta a los responsables de marketing es olfato. No puede ser de otro modo, y más si hablamos de un producto como los desodorantes, que en escasos años han visto evolucionar notablemente su actividad (de eliminar el olor a impedir la sudoración) y duración (de algunas horas hasta ¡días!). El radio de acción es más amplio: por qué contentarse con los sobacos si podemos llegar a manos y pies. El Homo Digitalis es una especie limpia, y lo demostrará en cada centímetro de su cuerpo –mientras lo tenga-.

  1. De la cera a la depilación láser.

Mantenemos la tónica del paso anterior y aspiramos a una mayor duración. Para ello, no hemos dudado en someternos a la depilación láser, un sistema médico estético que convierte la depilación en definitiva mejorando considerablemente el aspecto de la piel –sobre todo si somos las afortunadas poseedoras de pelos enquistados-. Ahora es siempre.

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  1. De las gafas a la cirugía láser ocular.

Aunque a algunos posmodernos sueltos les parezca extraño despreciar las gafas, hay quien no las entiende como un símbolo del irónico triunfo de los nerd ni como la guinda a un estilismo de dar el pego. Aquellos a quienes las gafas lastran la existencia recurren hoy a la cirugía láser, que en cosilla de media hora termina con casi cualquier problema ocular.

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  1. De la mascarilla casera a las cremas de última generación.

De yogur, de miel, de aguacate… La despensa ofrece activos interesantes para complementar las rutinas de cuidado personal, pero difícilmente puede competir con las fórmulas de laboratorio ideadas por dermatólogos y científicos. ¿La última e irrevocable tendencia? La personalización al detalle: la cosmética de nueva generación apuesta por llegar hasta las últimas características de cada piel, y para ello no dudará en emplear sus conocimientos sobre el ADN o en ofrecer a la consumidora un diagnóstico preciso y fórmulas customizables.

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  1. De los rulos al rizador de pelo.

“Señoras que salen a la calle con los rulos puestos”. ¿Qué haremos sin ellas? Habrá que inventarse otras señoras, porque todas se han pasado al –mucho- más cómodo rizador de pelo, con su amplio abanico de peinados y resultado profesional. No se les puede criticar…

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  1. De la navaja a la maquinilla desechable.

Quizá alguien conserve el recuerdo de su abuelo afeitándose con navaja en casa. El ritual no podía ser más vistoso desde el enfoque contemplativo, con la crema arrastrada por el arma blanca. Y, claro, los alaridos y los cortes y heridas. La Primera Guerra Mundial impondría definitivamente el uso de las maquinillas desechables, la idea de un tal señor Gillette, como solución de aseo para los soldados estadounidenses. La maquinilla eléctrica terminaría de revolucionar el afeitado en los años 40, aunque el cuidado personal masculino vería (y lo que te rondaré, moreno) muchos cambios más…