Lucir un ab crack o hendidura abominal desde el esternón hasta el ombligo está de moda. Como hacen las modelos Emily Ratajkowski, Gigi Hadid o Kendall Jenner, y viralizar el resultado en Instagram bajo el hashtag ‘ab crack’.

Es la peligrosa tendencia que recorre Instagram a la velocidad del rayo, incitando a las adolescentes a imitar a sus referentes aunque con ello tengan que reducir su porcentaje de grasa corporal hasta la amenorrea, de paso que rompen la estructura interna de unos músculos abdominales ‘desafortunados’ en la lotería genética. ¿Otra gota más en el siempre turbulento vaso mediático o auténtica alarma social?

 

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Ambas cosas según la vulnerabilidad de la receptora. De lo que no cabe duda es que esta moda consta de varias características muy preocupantes: 1). Apela directamente al cuerpo de las mujeres jóvenes, generando un sentimiento de frustración. 2). Invita a seguir hábitos que pueden desembocar en trastornos alimentarios, como dejar de comer grasas e hidratos de carbono. 3). Fomenta la práctica de disciplinas extenuantes para lograr la deseada partición abdominal. 4). Ni el señor Zuckerberg ni su alegre patulea de Palo Alto están haciendo nada –de momento- para frenar su difusión.

Como en cualquier operación de marketing, sea improvisada o teleridigida, cabe hacerse la pregunta clave: quién se beneficia con esta ‘campaña’. Quien pica el anzuelo, no. También resulta cuanto menos sorprendente que la popular red Instagram censure sistemáticamente los pezones femeninos (restricción que ha dado lugar el movimiento #freethenipple) y sin embargo consienta mensajes que celebran la anorexia. Hoy es el ab crack, pero antes asistimos al #thiggap o al #a4challenge, reto consistente en mostrar una cintura tan fina como para desaparecer tras una hoja de papel. ¿Es moralmente aceptable esta distinción? ¿Los trastornos alimentarios no son una cuestión de salud pública? Me cuesta pensar en unos padres más preocupados porque sus hijos consuman desnudez ajena antes que códigos visuales que se pueden traducir en enfermedades graves. Instagram es una red hipócrita que hace gala de una mojigatería espectacular cuando se trata de condenar la sexualidad (del cuerpo femenino) mientras tolera una cosificación mucho peor (del cuerpo femenino).

Quizá lo que convierte este circo en un esperpento es que la línea abdominal no dice nada sobre nuestra buena forma física. Es, como el thig gap, un elemento más determinado por la genética. Así que no te dejes confundir: si quieres un cuerpo en forma, definido y saludable, ponte en manos de un profesional y come y entrena con cabeza. Valora tus resultados y no te compares con nadie. Y que el mundo siga girando en su locura: el criterio para detectarla se practica, acabar con ella es imposible.