Hoy vengo a revelarte una de esas verdades inapelables, hermana. Toma nota: la vida es así. O sea, cíclica. Lo demuestran el paso de las estaciones, el historial político de casi cualquier país y el registro de clientes de los gimnasios. No cabe duda de que Nietzsche pensaba en este último punto cuando articuló su teoría del eterno retorno. Cada enero trae un aluvión de caras nuevas a las clases colectivas más populares (y demandantes en el plano cardiovascular), un novedoso y entretenido panorama que se ve considerablemente mermado en torno al mes de marzo. ¿Qué está pasando? ¿A qué se debe esta deriva en nuestros propósitos más elevados? ¿Por qué renunciamos a tener un culo respingón y un abdomen tallado en adamantium?

Hay muchas razones. La principal es que en algún momento olvidamos qué nos trajo a ese templo del culto al cuerpo y nuestra motivación se desinfla. Pero ojo, que no hacen falta gimnasios para tener sed de cambio de vida. Lo importante es moverse, sea cual sea el ecosistema elegido. Y mantener alto el espíritu. Te damos algunas ideas para que tu motivación bulla a 100 grados centígrados.

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  1. Como nos recuerda el traumatólogo Manuel Villanueva, “los objetivos deben ser siempre alcanzables, medibles, inteligentes, realistas, con inversión razonable de tiempo y emocionantes”. Entusiásmate por el movimiento, no importa cuál, y alcanzarás tu objetivo prácticamente sin darte cuenta.
  2. El motivo importa. Sobre todo cuando hablamos de salud y bienestar. Perder un peso extra es buena fuente de inspiración. También dejar de fatigarse al subir unas escaleras, jugar con los niños o prevenir enfermedades.
  3. Plantea retos apetecibles. ¿Te gusta andar? Es un excelente ejercicio para mantener la salud y el peso a raya siempre que lo mantengas durante el tiempo y la intensidad suficientes. Además de practicarlo en tu localidad, ¿por qué no organizas un viaje a Gredos, Pirineos, Nepal, Nueva Zelanda, el pueblo vecino…? (lo que te encaje mejor en presupuesto). Los preparativos del viaje te mantendrán en la pomada, ¡disfruta del camino!
  4. Una vez estés totalmente inmersa en la vorágine del deporte, sube la apuesta. Si corres, aumenta una disciplina más (una maratón, por ejemplo). Si además nadas, plantéate un duatlón. Hazlo con el disfrute como único fin. No tienes que demostrar nada.
  5. Aprende un nuevo movimiento. Surf, esquí, patinaje… Regálate ese deporte que siempre quisiste practicar y para el que nunca encontraste tiempo. Tu organismo agradecerá la variedad en forma de articulaciones menos desgastadas.