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La semana pasada recibí un correo, que alertaba de los peligros de comprar en cierta cadena de supermercados pues, al parecer, el pescado que vendían contenía Anisakis. La verdad es que lograron meterme el miedo en el cuerpo. Aunque nunca se sabe si esos mails corresponden a la competencia de la gran superficie. No sé si lograron del todo su propósito, pero ante la duda, el hecho es que llevo varios días apostando por la carne. Me da pánico arriesgarme.

¿Estamos seguros comiendo pescado?

El Anisakis es un gusano que infecta a mamíferos marinos y grandes peces, hasta alcanzar su forma adulta. A través de las heces de estos animales, los huevos del parásito se liberan en el mar y son ingeridos por pequeños crustáceos, como la sepia o el calamar. El Anisakis se aloja habitualmente en el tubo digestivo de los peces vivos y, una vez que éstos mueren, las larvas migran hacia las vísceras y la musculatura, llegando incluso a traspasar la piel del pescado.

Pero, ¿cómo se transmite a la personas?

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Cuando consumimos pescado infectado crudo o poco cocinado, el hombre se convierte inmediatamente en huésped accidental del Anisakis. El consumo de larvas vivas de Anisakis afecta sobre todo al tracto gastrointestinal. Pueden llegar a perforar estómago e intestino o migrar a otros tejidos y órganos, como el pulmón, el hígado, el bazo o el páncreas. Esto va acompañado de dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarreas, que puede semejarse a las manifestaciones de otras enfermedades. También pueden originarse, además, intolerancia absoluta posteriormente al pescado.

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Ahora que las temperaturas elevadas hacen que apetezca boquerones en vinagre o sushi, resulta fundamental tener muy clara la procedencia del pescado que comemos. O si queremos evitarnos disgustos, congelar el pescado antes de consumirlo, o cocinarlo a más de 60º. No escatimemos en salud.

El Anisakis siente predilección por el calamar, la sepia, el bacalao, la sardina, el boquerón, el arenque, el salmón, el abadejo, la merluza, la pescadilla, la caballa, el bonito y el jurel, entre otros.

Tomemos buena nota si no queremos convertirnos en una presa fácil de este indeseable bichito.