Pintura de Andrew Wyeth

Pintura de Andrew Wyeth

Cuando te congelan y te devuelven a la vida en cuestión de segundos, entiendes qué quiso definir Maslow con aquello de la “experiencia cumbre”.

Sintiendo cada cm de mi cuerpo, decidí que ‘había llegado’ ese momento que nunca se fue, de relajarme en el spa.
Hay miles de spas en el mundo. Hay un spa en cada esquina. A la que te descuidas, han abierto un spa, al lado de un Starbucks.

¿Qué tiene éste de especial, aparte de la cabina de nieve? El espacio y la decoración, sencilla, cálida, africana; tiene un punto exótico que estimula la imaginación. Apetece divagar tumbada en la tumbona. Yo sé que a Isak Dinesen le hubiera encantado y que enseguida lo hubiera llenado de elefantes y de seda amarilla.

Eso, y que no es el clásico spa de chorritos de agua, sino que el sistema de tratamiento funciona gracias al contraste frío/calor, lo que resulta mucho más efectivo al afectar al organismo a un nivel más profundo que la simple presión en la epidermis. ¡Una maravilla!

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Cené en el restaurante Schilo, a cargo del chef  homónimo y ubicado igualmente en Finca Cortesín.
Una sigue haciéndose la ecuación infantil de que “sano=insípido y aburrido”. Pues en este caso, mi cena detox fue una orgía de sabores, una vez más, con ese toque exótico que jamás se hubiera previsto en plena Málaga. Seis platos de inspiración asiática ligeros, sabrosos, sanos y nutritivos, la ilusión de una madre, rematados con un postre de sorbete de fruta. ¡Y un dato importante!: todos los ingredientes provienen de la agricultura biológica.

Como a la mañana siguiente me esperaba mi segunda jornada desintoxicante, apenas contribuí ligeramente a la intoxicación en el bar –que recomiendo visitar de todos modos, en plan escapadita inocente-… Mi cama king size me atraía con su canto de sirena y no se puede desoír la llamada fraterna de unas sábanas perfectas, aunque sean para una sola.

Inicié el segundo día de mi programa detox con un desayuno delicioso (la ilusión de mi vida: los desayunos de hotel) y una vez más, perfectamente diseñado para alimentar cuerpo y espíritu.

Ya en el spa, me atendió mi terapeuta del día, una chica encantadora llamada Noelia.
Hasta entonces, creía que mi estrés sólo era patente para mis pobres allegados y para mi pelotita de goma, ya hecha un burruño que apenas recuerda su redonda geometría original. Pues resulta que también se me notaba en ciertos granitos de la piel, muy poco aparentes, pero delatores.

No era lo único, también tenía la piel saturada y el poro abierto, consecuencia lógica de la vida en Madrid.
Diagnóstico en mano, Noelia se puso a la faena mientras dedicaba tiempo también a mi cuerpo.
Con productos Biologique Recherche, me aplicó una capa de crema con efecto drenante y desintoxicante a base de algas, para envolverme después cual momia en un plástico destinado a hacerla penetrar mejor.

Ya en mi rostro, aplicó los productos apropiados a mis males mientras hablábamos de lo divino y de lo humano
Benditas sean todas las terapeutas que no sólo se encargan de realizar su protocolo paso a paso sino que además le dan el necesario “rollo diván” al asunto. ¡Gracias, Noelia!

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Si algo me ha quedado claro tras estos días detox, es que vale la pena invertir en una misma y crearse un espacio, tanto físico como mental, en el que se sea la absoluta protagonista. Las toxinas pueden adoptar cualquier forma, desde la del pesticida de la uvita que te metes en la boca, hasta la llamada intempestiva que te perturba, hasta el amigo que no te cuenta más que desdichas…o el poro abierto que se te llena de grasa.

Finca Cortesín sólo hay una y es totalmente recomendable, pero el espacio hay que crearlo de todos modos, aunque sea en una habitación mental. Eso sí, también con cama king size…

FINCA CORTESÍN
Carretera de Casares s/n
Casares, Málaga

www.fincacortesin.com

Tel: 952 93 78 00 (hotel)
Tel: 952 93 78 84(golf)
Tel: 952 93 77 77 (residencial)