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Maquillaje primavera-verano 2011: tendencia moda bailarina ¿Cisne negro o cisne blanco?

Cisne negro, cisne blanco. Angel y demonio. ¿Dónde está la frontera? El brillo cegador del éxito de ser la primera bailarina del ballet. La obsesión por la belleza, el cuerpo, la delgadez y una imagen pulida al extremo. La perfección de una piel, un traje impoluto y un recogido peinado con brillantez.

El maquillaje sale a escena de puntillas nude o dramático. Los tonos básicos del maquillaje de una bailarina son parecidos a los de una geisha pero vistos a través de un velo de muselina en textura mate empolvada. Cutis blanco con ausencia de colorete, labios neutros, párpados rosados, beige, marrones o negros… en crescendo con el dramatismo del papel. Las pestañas muy marcadas con máscara negra para dotar de movimiento al rostro y seguir el compás con la mirada.

Pero el Síndrome de la Bailarina llega más lejos…

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La maldita perfección continúa hasta el infinito, un cutis sin mácula, sin arrugas y absolutamente radiante. No se trata de un espectáculo de baile es la danza de la vida la que suena para todos, y cada cual la interpreta a su manera. El ritmo de las tendencias toca bailarina, el cine exhibe Cisne Negro. Pero ya no estamos en la época de los ballets rusos de hace dos siglos. Sin embargo seguimos persiguiendo con sufrimiento y dolor la belleza y la elegancia. El color no implica dolor es un arte blando que nos permite transformarnos, cambiar de rostro sin afectarnos demasiado. Simplemente, un elemento pictórico. Pero cuando el espejo nos devuelve una imagen en versión coloreada y mejorada, nuestro ánimo se eleva haciendo una pirueta tan ficticia como lo efímero del maquillaje o una función de ballet cuando se cierra el telón. No importa que se acabe porque luce tanto, mientras dura podemos admirar la belleza y emocionarnos con su arte. La ilusión óptica de un sueño evanescente con una caducidad limitada a semejanza del efecto Cenicienta. Aunque los pigmentos de las fórmulas actuales nos conceden propiedades extra: larga duración, waterproof y llegan impecables hasta los after hours.

Sin salirnos de la pista, la moda en danza es una de las tendencias más vibrantes de esta primavera. ¿Clásico romántico o rock´n´roll? Dos clásicos. La música suena y hay que aprender a sintonizar con ella y con nosotras mismas. Seguir el compás, interpretando con lápices de colores, pinceles y sombras empolvadas cada nota. Una sinfonía de tonos componen una partitura llena de matices que cambian de tempo con cada bailarina, del Allegro ma non tropo al Adagio según el latido de la propia piel. “Realmente creo que cuando te sientes bien contigo misma, no hay límites para hacer lo que quieres en tu vida- y eso es Pretty Powerful” dice la maquilladora Bobbi Brown, sobre sus paletas de maquillaje recién estrenadas que encierran la firme convicción de que todas las mujeres poseen una belleza natural y con las herramientas adecuadas pueden alcanzar un nivel de belleza superior…

Más difícil todavía, Guerlain apuesta por el resplandor absoluto como la alquimia perfecta entre luz y cromatismo. El secreto está en la recomposición de la luz blanca cuando atraviesa un prisma y se descompone en un haz de colores, y a la inversa, la suma de esos colores recompone la luz ideal. Esta filosofía se utiliza en fotografía y en retoques gráficos, la Casa Guerlain la materializó en 1987 en sus famosos Meteoritos, perlas nacaradas en colores pastel que hoy se transforman en polvos compactos para iluminar al instante el cutis más macilento. La leyenda de una piel blanca, radiante y aterciopelada se consigue con maquillaje bien dirigido con un acabado final de polvos translúcidos. En la mayoría de los casos es necesario además, cubrir las imperfecciones con un fondo base, capaz de ocultar cualquier marca, mancha o rojez. Se trata de corregir esos defectillos que nos alejan de las bondades de una cara bonita dispuesta a salir a escena y deslumbrar. El trucco, maquillaje en italiano, camufla las imperfecciones, corrige los rasgos y moldea los volúmenes, poniendo el foco de luz siempre sobre nuestro mejor perfil, jugando a esconder esas facciones menos agraciadas con las sombras más oscuras como en un baile de máscaras. Puro teatro, el lugar exacto de donde salieron los maquillajes que ahora utilizamos con tanta fantasía como imponen los argumentos de la moda de temporada. Pero que antes sólo usaban actrices, meretrices y por supuesto, bailarinas y bailarines, del Bolshoi al Mouline Rouge. Bourjois estaba allí en 1863 inventando el colorete en seco entre bambalinas para Sara Bernard. Hoy, titulan su colección primavera-verano como Paris Ballerine, dibujando una mirada smoky romántica o rockera, de labios y uñas rosas o azul asfalto, mostrando dos papeles opuestos de matiné o sesión de noche algo más golfa. Las proposiciones inocentes o indecentes llegan no sólo desde las firmas de cosmética, los diseñadores también toman la iniciativa. Luzia Pieroni, maquilladora de la pasarela de Alberta Ferreti para la firma MAC ha dicho que este año “la inspiración es un bosque de ninfas, jóvenes, frescas y eco-friendly”. Otro cuento de hadas con alas tan transparentes como el tutú de organdí de cualquier traje de ballet.


Podemos pasar de puntillas entre las tendencias más fantasiosas, realizando complicados equilibrios frente al espejo. Pero al final la paleta de colores siempre es la misma y las mezclas que favorecen no son tantas como en un cuadro. La libertad de recorrido del maquillaje da muchas vueltas pero siempre sobre el mismo marco. De todos modos hay bastante flexibilidad y ningún color prohibido de antemano, ni siquiera por la moda. Se trata de no dar demasiados bandazos y fusionar las pinturas literalmente sobre el rostro como en un lienzo, introduciendo tonalidades neutras, pastel con algún matiz cálido y un acabado mate difuminado. Siempre a nuestro favor, las tendencias giran entre dos polos opuestos que responden a dos perfiles de mujer diferentes: la romántica (tonos fríos y neutros) y la sensual (tonos cálidos e intensos).

Si hay coordinación de principio a fin todo funciona como en una coreografía, el resultado tendrá coherencia, será creíble, si no será un buen disfraz de carnaval.

El vestido, el peinado, las pinceladas del maquillaje, y también el perfume deben estar en equilibrio. Saber armonizar el todo, incluida la fragancia, el último paso estático de presencia final con ese toque etéreo pero definitivo que acaba por desnudar nuestra personalidad a través del aire. Pero mucho antes de que el olfato detecte la intimidad secreta de nuestra esencia, la velocidad de la luz permite ver el maquillaje que pone cara a nuestro personaje como una caricatura animada por nuestros movimientos. ¿Bailamos?