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¿Has probado el masaje tailandés?

Si no lo has hecho, te recomiendo con entusiasmo que lo hagas en cuanto puedas, sobre todo si tienes alguna contractura o te sientes “congestionada”. Es ideal para lograr que la energía se desbloquee y vuelva a fluir. Yo me imagino que es algo parecido a lo que se debe sentir tras una transfusión de sangre, es como si la circulación se renovara por completo. Una auténtica delicia.

Y más si, de paso, te lo hace una autóctona diplomada en un templo tailandés, en un ambiente de inspiración oriental que te transporta durante un ratito de tu ruidosa y complicada ciudad natal al relajado exotismo asiático.


Llevo unos días a full, durmiendo poco, comiendo con ansiedad y sorteando como buenamente puedo el burn-out primaveral desde que empezaron los calores. Mi cuerpo me estaba pidiendo un descanso desesperadamente.

Se dice de las españolas que “no tenemos cuerpo” porque en cuestiones de belleza tendemos a preocuparnos de cuello para arriba, como si fuésemos seres de ciencia ficción con la cabeza unida  a dios sabe qué.

Pues no, debajo del cuello está nuestro cuerpo, y cuidarlo no consiste únicamente en ir al gimnasio y privarlo de cochinadas, hay que procurar que esté armonizado y ligero.

Atendiendo a esta llamada de la selva, he acudido esta mañana a un nuevo Spa de inspiración Tai situado en pleno barrio de Salamanca (Madrid): el Pañpuri Organic Spa, en la calle Lagasca 90.

Este Spa viene a ser la prolongación natural del éxito obtenido con su propia línea de productos totalmente orgánicos, algo de lo que, como ya sabéis, somos muy partidarias en Belleza Pura.

Como me cuenta Nori, la responsable, cuentan con un centro en Bangkok y otro en Sidney. Madrid ha sido la ciudad agraciada para plantar la primera banderita en Europa.

El centro es francamente agradable. Lujoso y con gusto. Las terapeutas poseen esa amabilidad dulce que enternece.

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Tras un té de bienvenida, mi terapeuta me conduce a la cabina, en penumbra y bien aromatizada por las esencias orientales.

Pienso en María Magdalena mientras sumerjo los pies en una tina dorada para que me los lave, con esencia de árbol de té orgánico y rodajas de limón.

Tras la “ducha interior” del té y el ritual de la limpieza de pies, ya estoy lista para recibir mi masaje Soontharee que ha de sacarme de este mundo durante 90 minutos.

Como os contaba, todos los productos que se emplean en el Spa son orgánicos.

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La terapeuta me aplica un scrub (exfoliante) con un olor maravilloso, como a coco, no pregunto porque tengo clarísimo que no quiero escuchar ni mi propia voz, y con el que siento que mi piel se relaja y respira.

Me ducho para quitarme los restos del scrub y comienza la fiesta: una combinación de masaje tailandés con la presión que le pido (mucha) y la técnica Lomi Lomi hawaiana.

Se detiene en espalda y piernas porque le he dicho que me están chinchando especialmente.

Tengo unas contracturas en el cuello bestiales y las piernas con circulación de calle romana. No le asusta. Con envidiable determinación, amasa, desanuda, estruja, convierte sus antebrazos en rodillos y así, va liberando la circulación constreñida y dejándome con una sensación de ingravidez que percibo incluso tumbada.

Casi me duermo cuando llega a la cabeza.

De hecho, no sé aún cómo logré llegar a mi casa con la bicicleta, estando, como estaba, a dos metros sobre el suelo.

Y ya que hablo de lo terrenal, la dolorosa fue de 115 euros. Evidentemente, no es para todos los días, pero un masajito al mes se puede encajar en una economía razonable ¡y en un proyecto de cuidado que incluya al pobre cuerpo!

Y tú, ¿cómo te cuidas?