Cuando vamos a comprar y miramos la lista de la compra, uno de los alimentos que no  falta nunca es la leche. Antes era muy fácil elegir, sólo había leche de vaca y dos o tres marcas nada más. Hoy en día ir a comprar leche es toda una odisea. Debemos elegir si la queremos entera, desnatada o semidesnatada. También debemos elegir si la queremos con o sin lactosa y existe la posibilidad de tomarla enriquecida con alguna vitamina, mineral, aminoácido o miel, jalea real o cualquier cosa que se les ocurra a los fabricantes. Si tenemos en cuenta que lo que tomamos tiene muy poco que ver con el alimento que sale de la vaca, cada vez hay más personas que optan por las leches de origen vegetal.

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Hay muchas razones por las que alguien opta a pasarse a estas leches, las más comunes son por una intolerancia a la lactosa, por malas digestiones, hay que recordar que la leche es un alimento ácido e irritante de la mucosa gástrica, en otras ocasiones puede ser motivo de alergia y en los niños sobre todo provoca gran cantidad de mucosidad.
La opción de las leches vegetales cada vez está tomando más fuerza y ahora ya no sólo hay que buscarlas en los herbolarios, en muchos supermercados tienen una amplia oferta. Estas leches son más ligeras, fáciles de digerir y, en cuanto a la forma de consumirlas, se pueden tomar de la misma manera que la de vaca, mezclada con los cereales, en alimentos cocinados, en sopas incluso en salsas.

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Existe la creencia equivocada que al sustituir la leche de vaca por este tipo de bebidas, se pueden sufrir carencias nutricionales especialmente de calcio. Es un gran error, para que nuestro cuerpo pueda absorver el calcio proveniente de la leche es necesaria la intervención de la vitamina D, que debe activarse a través de los rayos solares y del magnesio, un mineral que hace que el calcio se adhiera al hueso. Si no, la mayor parte de ese calcio se queda en forma de tofos (bultitos) sobre todo en manos y pies.

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Existen dos tipos de leches vegetales las que provienen de los cereales como el arroz, la avena, la quinoa, el amaranto, la espelta, la cebada o el bulgur. y las que se derivan de los frutos secos como almendras, avellanas, sésamo, nueces, pistachos, piñones, pipas de calabaza, pipas de girasol o chufas.
Las primeras tienen un elevado contenido en fibra, vitaminas y minerales, y no contienen colesterol ni lactosa. Las que provienen de frutos secos son muy nutritivas y completas y ricas en ácidos grasos de calidad y calcio. Entre las más destacadas encontramos:
– DE ARROZ (cereales); con propiedades depurativas e hipotensoras. Al no contener gluten, los celíacos pueden tomarla sin problema.
– DE SOJA (legumbre); seguramente la más conocida y consumida, posee proteínas y vitaminas del grupo B, disminuye los triglicéridos y el colesterol.  Es aconsejable su consumo en los casos de osteoporosis, ya que contiene estrógenos naturales y posee una acción protectora frente al cáncer de mama.
– DE AVENA
(cereales); una de las más completas, contiene hidratos de carbono, vitamina B1, B2, E, D, niacina, carotenos y azufre, calcio, fósforo, potasio, sodio, hierro, magnesio, cobre y zinc. Muy conveniente para favorecer la actividad cerebral y beneficiosa para la piel y para la fragilidad de las uñas.
– DE AVELLANA (frutos secos); Muy beneficiosa para la salud, es rico en  L-arginina, ácido oleico, ácido fólico y calcio y bajo en sodio. Ayuda a prevenir lesiones en las arterias y evitar la formación de coágulos en la sangre. También disminuye los niveles de colesterol LDL (malo) y de triglicéridos.

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– DE ALMENDRAS (frutos secos); Contiene minerales como potasio, fósforo y calcio. Resulta muy útil para prevenir la osteoporosis, además ayuda a controlar el colesterol.  Debido a que no contiene gluten, es apta para celíacos.
El precio de todos estos productos ha disminuido considerablemente, aún así su coste está en torno a los 2 y los 3 euros el litro, dependiendo de la marca, si es biológica o el lugar donde se compre.