Joe Sorren

Según la Organización Mundial de la Salud la depresión será, en 2030, la enfermedad más habitual entre la población. Más de 450 millones de personas en todo el mundo están afectadas de forma directa por algún trastorno o discapacidad mental, pero la mayoría de los países en desarrollo gastan menos del 2% de sus presupuestos nacionales en salud mental. La depresión es una enfermedad silenciosa, se habla poco de ella y no se le presta, por parte de las autoridades sanitarias, la atención que merece. Cuando en la mayoría de los casos un tratamiento psicológico sería suficiente, se aplica un tratamiento psiquiátrico, con antidepresivos de por medio, porque claro, es más barato para la sanidad pero nefasto para la persona.

Pero, además, la depresión no es una enfermedad patrimonio de los adultos. La depresión y los trastornos de ansiedad son cada vez más frecuentes en niños. Saber diagnosticarlo a tiempo supone tanto el alivio en el niño como evitar que la enfermedad evolucione en la vida adulta. Y puedes aprender a reconocerla.

Foto de Tom Hubbard's

Existen acontecimientos vitales muy estresantes para los niños -como la separación o divorcio de los padres- que pueden producir ansiedad, fobias y depresión en niños y adolescentes. La depresión es una enfermedad que tiende a evolucionar de forma crónica y condiciona toda la vida del niño, por ello, reconocerla y diagnosticarla es fundamental para su desarrollo futuro. Y hay que prestar especial atención a las niñas, porque, aunque durante la infancia no se observan diferencias entre niños y niñas, a partir de la pubertad, la prevalencia de la depresión en las mujeres es dos veces más alta que en los hombres.

Los trastornos de ansiedad durante la infancia y adolescencia son más comunes de lo que podemos pensar, los sufren entre el 10 y el 20%. El problema es el diagnóstico, más difícil que en los adultos y que se complica todavía más cuanto más pequeño es el niño, de ahí la importancia de la identificación precoz de la ansiedad en los niños.

Las manifestaciones de la ansiedad pueden variar según las vivencias del niño, su educación o el medio en el que vive, pero según el Dr. Jesús García Pérez, pediatra y miembro de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), se puede manifestar con síntomas físicos como cefaleas, dolores abdominales y torácicos, náuseas, vómitos, palpitaciones, sudoración; alteraciones cognitivas como intranquilidad, miedo, angustia; alteraciones emocionales como llanto, enfado o irritabilidad…

Graciela Rodo Boulanger

La depresión es un trastorno psiquiátrico que pueden sufrir los niños desde edades muy tempranas. Reconocerla y diagnosticarla es uno de los mayores servicios que los pediatras pueden prestar a sus pacientes porque es una enfermedad que tienda a evolucionar de forma crónica y que condiciona toda la vida del niño. Por eso, desde la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria insisten en el papel fundamental que padres y pediatras juegan para el diagnóstico.

Y por eso es importante conocer los síntomas y las manifestaciones de la depresión en los más pequeños. Lo primero que conviene decir es que varía en función de la edad, el desarrollo y la capacidad verbal para expresar emociones y sentimientos. En edad preescolar, los síntomas que te pueden ayudar a reconocer una depresión en tu hijo pueden ser: irritabilidad, apatía, falta de interés, falta de colaboración con los padres, mímica y gestos tristes, crisis de llanto, anorexia y trastornos del sueño.

En la edad escolar debes ponerte alerta si notas: expresión triste, llanto, hiperactividad o lentitud motriz, sentimientos de desesperanza, deficiente imagen personal, descenso del rendimiento escolar, dificultades de concentración, cefaleas, gastralgias, apatía, sentimientos de culpa, ansiedad e ideación suicida.

Siempre decimos eso de que la infancia es la etapa más feliz, pero no siempre es así, hay niños que sufren, y mucho. En las personas que los rodean está la labor de detectar si tienen problemas, tener la capacidad y la sensibilidad de reconocer si ese niño es todo lo feliz que debería serlo.