Poco queda ya de la tímida nadadora que compitió por Sudáfrica en los Juegos Olímpicos de Sydney en el año 2000. Bueno sí, le queda una espalda musculada y un cuerpo fibrado al que le  siente de película los trajes de alta costura. Pero, de la galardonada deportista hasta la elegante Princesa de Mónaco que es hoy en día ha habido una lenta pero inexorable transformación.

Charlene Wittstock nació en Bulawayo (Zimbabue), un 25 de enero de 1978, así es que tiene 34 años. Parece ser que conoció al príncipe Alberto cuando tenía 22 años y unos seis años más tarde, el heredero de los Grimaldi la presentó en sociedad como su novia oficial. Durante estos años, los asesores palaciegos fueron puliendo el estilo de la que sería su nueva princesa, y labrándola un poco a imagen y semejanza de Grace Kelly: sencilla, discreta, elegante. La genética estaba ahí: 1,76 de altura y un rostro dulce y agradable pero que decidieron remodelar gracias a la cirugía estética.

 

Desde entonces su nariz está más perfilada, su sonrisa ha cambiado gracias a unas fundas dentales, sus labios han adquirido un mayor volumen y los pómulos aparecen más marcados. En una palabra, han ‘diseñado’ una princesa. Es evidente que cuando dejó el deporte profesional para convertirse en Alteza Serenísima de Mónaco, Charlene tenía que abandonar el estilo casual que lucía, pero una cosa es cambiar los bañadores por los trajes de alta costura y otra es que te dejen la cara como una Barbie rellena de Bótox.

En cuanto a la ropa, Giorgio Armani ha sido uno de los responsables de ese cambio de look y se ha convertido en su diseñador fetiche.  Charlene de Mónaco sabe que con Armani siempre acertará, por eso elige sus modelos para lucirlos en ocasiones especiales, como el día de su boda, el pasado 8 de julio de 2011.  “Antes de instalarme en Mónaco, sólo me interesaba el último modelo de traje de baño con que podía ganar unos segundos en el crono. La mayor parte del tiempo llevaba jeans, camisetas y sandalias. Las cosas han cambiado y me debo a mi nuevo papel, aunque no me considero esclava de la moda. Ir a la última no te hace sentir más feliz ni segura de ti misma”, ha contado Charlene en una entrevista.

La nueva princesa de Mónaco es una mujer espectacular. Sabe que lo que mejor le sienta son las líneas limpias, sencillas y depuradas. En el mundo de la moda se ha convertido en un referente de estilo y lleva un par de años siendo elegida entre las mujeres más elegantes del mundo. Sólo espero que se de cuenta que está guapísima como está y que no le hace falta seguir rellenándose los labios. ¿No os parece?