Entre un 5 y un 10% de españoles padece asma. El asma es una enfermedad respiratoria que implica la inflamación crónica de los bronquios. Los que la sufren tienen tos y cuando hay un empeoramiento, aparecen las dificultades para respirar, los pitos y la sensación de opresión. Hay que sospechar de un posible caso de asma cuando surge la tos durante el ejercicio físico o el sueño nocturno, durante la infancia, el único síntoma puede ser, de hecho, la tos. No se cura pero sí se puede conseguir que desaparezcan por completo sus síntomas con un correcto diagnóstico, supervisión médica y siguiendo unas sencillas pautas.

Pero todos estos síntomas se pueden agravar con la primavera, que se convierte en el peor enemigo de los asmáticos, porque siete de cada diez casos tiene un origen alérgico. La alergia puede influir en el asma de dos maneras: desencadenando episodios agudos al entrar en contacto con algo que produce alergia o como causante de una inflamación crónica de los bronquios, lo que produciría el ataque asmático. Por lo tanto, aunque el asma y la alergia son afecciones distintas, están relacionadas y los pacientes deben tener especial cuidado en esta época.

Según el doctor Julio Delgado, coordinador del Comité de Asma de la SEAIC, el tratamiento del asma requiere una implicación del paciente, deben llevarse a cabo programas de educación para que aprendan a convivir mejor con su enfermedad, de esta forma se reduce la mortalidad y los costes en sanidad –tan importante en estos tiempos-. Y es que casi la mitad de los enfermos de asma no tienen controlada su enfermedad.

Existen factores de riesgo que pueden desencadenar asma durante la infancia como son padecer dermatitis atópica o rinitis alérgica; una exposición permanente a alérgenos en el interior de las casas (pelo mascotas o ácaros del polvo); el abandono precoz de la lactancia materna; o una exposición pasiva al humo del tabaco.

Y una vez se padece, hay una serie de factores que pueden desencadenar una crisis asmática: contaminación ambiental –el porcentaje de asmáticos aumenta en las grandes ciudades-; los ácaros del polvo, los mohos, el polen o el pelo animal; el aire frío, ya que su inhalación provoca sequedad en las vías respiratorias; las sustancias con olores fuertes o irritantes, como la lejía, el amoniaco, el perfume o las pinturas; o el humo del tabaco.

El asma es una enfermedad compleja y muchas veces imprevisible, por eso la supervisión es difícil y es esencial que tanto pacientes como familiares –sobre todo si se trata de niños-, estén entrenados para reaccionar pero también para prevenirlos o disminuir su frecuencia. Es la cuarta causa del absentismo laboral y la primera de absentismo escolar, y año tras año crece su incidencia. Por eso, niños y adolescentes son un grupo de especial riesgo. Un 10% de los niños y adolescentes españoles padece asma. Y cuando hablamos de niños, los profesores juegan un papel fundamental, porque son muchas horas las que el pequeño pasa en el colegio –casi la tercera parte de la vida del niño y del adolescente las pasa en el cole- y las probabilidades de sufrir una crisis asmática en la escuela son altas. Deben saber cómo actuar y por el momento, según datos facilitados por las asociaciones, más de la mitad del profesorado reconoce que no sabría reaccionar y que llamarían a los padres.

Para facilitar la labor de familiares y profesores, hay una web fiable con información rigurosa sobre la enfermedad. “Respirar” es una página impulsada por el Grupo de Vías Respiratorias de la AEPap (Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria) y la Fundación Roger Torné (www.respirar.org).

Para conseguir controlar el asma el paciente tiene que cumplir, a rajatabla, con una serie de puntos:

– Tener un tratamiento personalizado por escrito para su patología.
Tomar los medicamentos prescritos por su médico.
Conocer y evitar los factores que pueden desencadenar la crisis de asma.
Aprender a reconocer los síntomas de una crisis de asma.
Conocer lo que debe hacer ante una crisis de asma.

Además, existen una serie de pautas, sencillas de llevar a cabo, pero que ayudarán a que los pacientes con asma tengan mejor calidad de vida:

Dejar de fumar evitar que otras personas fumen en nuestro hogar.
No emplear estufas ni chimeneas de leña.
Evitar tener animales domésticos si estos desencadenan síntomas de asma y alergias.
– Asegurar que las áreas con más humedad del hogar, como sótanos o cuartos de baño, tengan una buena ventilación que evite la aparición de mohos, así como examinar que en las plantas no se hayan formado.
Limpiar el polvo con frecuencia, a poder ser con un limpiador específico para eliminar al ácaro alergénico.
Lavar frecuentemente la ropa de cama y el resto de tejidos del hogar, de manera que no se acumulen ácaros en ellos.
Evitar zonas con mucho polen, sobre todo en primavera.