En nuestras Antípodas, en Australia, se ha demostrado que a menor ingesta de bebidas azucaradas, en lugar de disminuir la obesidad como sería lógico, sucede todo lo contrario. Pero no es que en Australia todo vaya al revés, esta paradoja también se ha demostrado válida en otros lugares del planeta que se han sometido al mismo estudio como Estados Unidos y Reino Unido, donde el consumo per cápita de sacarosa refinada disminuyó el 10% y 20% respectivamente, entre 1980 y 2003. En Australia, el descenso de azúcar fue el más grande con un porcentaje del 23%, sin embargo la obesidad se triplicó.

Alan W. Barclay y Jennie Brand-Miller, autores de un nuevo estudio señalan que el presente análisis indica la existencia de una Paradoja Australiana, que demuestra una relación inversamente proporcional entre el consumo de azúcar y el aumento de la obesidad.

Del mismo modo que la paradoja francesa demostró que el consumo de vino tinto disminuía el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Ahora la paradoja australiana avalada por estudios científicos y nutricionales desarrollados por la Universidad de Sidney, concluye que a pesar del bajo consumo de bebidas azucaradas, sigue aumentando la obesidad entre su población, que incluso se ha triplicado.

Un estudio que seguro traerá cola, y no sólo porque los refrescos de cola sean los más consumidos. Habrá que seguir investigando y realizar más análisis pormenorizados de todas las bebidas carbonatadas, azucaradas, zumos y refrescos consumidos para intentar averiguar el porqué de la Paradoja Australiana.

Parece ser que cuando se deja de consumir azúcar se aumenta el consumo de grasas saturadasy es peor el remedio que la enfermedad como dice el viejo refrán. Las investigaciones de la Universidad de Sídney utilizaron como referencia un estudio de la OMS que demuestra que la ingesta calórica en Australia aumentó como resultado de un aumento en la ingesta de grasas.

Si no bebes refrescos, no comas más grasa o tu peso seguirá aumentando…

Lo cierto es que actualmente hay mil millones de personas con sobrepeso en el mundo y lo que sí es seguro es que su esperanza de vida disminuye. Padecer sobrepeso también aumenta el riesgo de padecer cáncer. Por eso, también es importante hacer algo para reducir el número de personas obesas. Está claro que la obesidad es mucho más que un problema estético; es un grave problema de salud pública a nivel mundial.

Los antiestéticos “kilos de más” están relacionados con múltiples enfermedades metabólicas y cardiovasculares, pero también incrementan el riesgo de padecer cáncer. La alimentación juega, en este sentido, un papel muy importante en el desarrollo de determinados tumores, como se ha descubierto recientemente, pero no se trata de los productos que comemos sino de cómo afectan las grasas de los alimentos sobre nuestro organismo. “La obesidad, padecer sobrepeso o poseer mayor porcentaje de grasa corporal favorece la producción de estrógenos y eleva los niveles de éstos, y esto incrementa la aparición de cáncer de mama”, explica el doctor Miguel Ángel Seguí, experto del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM).

Perder peso es cuestión de cabeza y de tomar medidas globales en nuestra alimentación. No vale quitar una cosa para ponerse ciego de otra porque entonces entramos en una dinámica absurda que a la larga nos perjudica. Nuestro metabolismo necesita ingerir de todos los grupos de alimentos: proteínas, carbohidratos, grasas, azúcares… pero en cantidades adecuadas, sin excesos. Los excesos se pueden quemar con las dosis adecuadas de ejercicio físico.