“Sí,  a Santiago Carrillo le encantaba venir a Prats. Charlaba sin parar bajo las parras de nuestra terracita y volvía a Madrid hecho un pincel”, contaba Rosa Quintana, propietaria del balneario y señora sagaz y moderna, siempre de punta y blanco desde por la mañana. “La última vez que vino, poco antes de morir, ya se le veía más apocado, muy agotado, pero guardamos muy buen recuerdo de él”, añade.

Las aguas termales del Balneario Prats, cuyo manantial ya utilizaban los romanos,  están consideradas por los expertos como las mejores del mundo por sus propiedades junto con las del de Perrier, en Francia. Se trata de agua bicarbonatada y sódica que contiene silicio, aluminio, litio, potasio y manganeso. Estimula la secreción gástrica y favorecen la acción de las enzimas del páncreas y del poder emulsionante de la bilis. Además, son eficaces contra los trastornos orgánicos y nutricionales como la obesidad, diabetes, ciertos reumatismos y problemas renales.

El Balneario Prats, de Caldas de Malavella, tiene una entrada art nouveau que te transporta inmediatamente a ‘La saga de los Rius’ o a los escenarios de la película’ Belle Epoque’ de Fernando Trueba. Las fachadas grises están llenas de rosetones de yeso escayola, típicos del magnífico modernismo catalán. A la entrada, un jardín con enredaderas, parras y todo tipo de plantas,  con sillas de mimbre, que recuerda a los de los tertulianos e intelectuales del XIX. “Tradicionalmente –dice  Rosa Quintana – venían políticos y escritores de izquierda como Montserrat Roig. Por las noches tecleaba tantas horas seguidas en su máquina de escribir que tuvieron que trasladarla de habitación para que no molestara a sus vecinos”.

 

Prats sigue siendo uno de los pocos balnearios donde aún pudimos probar las envolturas de arcilla y de mirra; por supuesto, los baños de algas, burbujas, masajes neurosedantes, reflexoterapia, duchas horizontales, estupendas inhalaciones mentoladas para las que teníamos catarro, tratamientos faciales, médico y terapias anti estrés que también se aprovechan para fines estéticos, hidratación o problemas de obesidad. En una gran piscina exterior se pueden tomar baños a los 32 grados frente a los 56 a los que surge el agua del manantial. Cerca de ella pueden contemplarse aún unas termas romanas.

 

Una costosa reforma –que aún no alcanza a la zona de tratamientos- ha transformado las habitaciones, desde las que da gloria  contemplar el campanario del pueblito: ahora tienen una gran terraza, jacuzzi, wifi gratuito, acceso para personas inmovilizadas y toalleros térmicos.

 

Pero lo que más me gustó de este lugar tan vintage y apacible fueron dos cosas: las comida y el ambiente. La primera porque es de dos platos y postre, con una verdura de temporada excelente, guisos caseros y un increíble buffet de postres caseros por un precio más que asequible. En cuanto al ambiente, es muy cálido, familiar, todo el personal sonríe y saluda constantemente a muchos huéspedes octogenarios que repiten cada año porque se sienten como en casa y se pueden llevar lo que queda de la botella de agua a la habitación.

 

Cuenta la leyenda que Caldas de Malavella debe su nombre a la “mala vella”, una bruja que descendía de las montañas para devorar los corazones de  los niños hasta que un joven llamado Mauricio la mató y les liberó del asesino. Un pueblito para desconectar, comer butifarra y sumergirse en sus aguas y en sus mil y una historietas.

 

Balneario Prats. Tel:  972 470 051. Pack de una noche con pensión completa para dos personas y tratamientos desde 143 euros por persona. www.spa.costabrava.org   www.balneariprats.com