Fernando Botero

Fernando Botero

¿Cuánto te preocupa la obesidad infantil? Si tienes hijos, supongo que algo, si no los tienes, nada o muy poco, aunque a juzgar por los datos, no es un tema que nos quite el sueño a casi nadie. En España el crecimiento de esta epidemia moderna es preocupante y llamativo, hace 15 años el 5% de los niños españoles eran obesos, esa proporción es ya del 16%. Pero parece algo que nos pilla muy lejano.

Global Health PR es la organización independiente más grande de relaciones públicas dedicada exclusivamente a la comunicación médica y de salud a nivel mundial. Entre las muchas actividades e informes que elabora, nos ha llamado la atención uno publicado recientemente y que ha investigado la relevancia en Internet del debate sobre la obesidad infantil ¿y cuál ha sido el resultado?

Pues llamativo, la verdad. Global Health PR ha descubierto que mientras que la obesidad infantil es un problema global, no es exactamente una conversación global, encontraron que los niveles de conversación alrededor de la prevención y el tratamiento son extremadamente bajos, en comparación con enfermedades menos comunes y que no se pueden prevenir como la leucemia.

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Aunque ya no es una enfermedad exclusivamente estadounidense, es allí donde más se habla sobre el tema y en muchas regiones donde aumenta su prevalencia –como América del Sur-, apenas existe debate. Aunque los niveles de obesidad aumentan en todo el mundo, no hay una preocupación suficiente para lograr el cambio, y es una pena porque a diferencia de otras enfermedades, ésta si se puede prevenir. Y las claves para evitar que aparezca son muy simples:

Introducir el consumo de frutas y verduras en la dieta de los niños y recuperar el de legumbres y pescado. Los niños, en gran parte por la influencia de los padres, abandonan el consumo de frutas, verduras, legumbres y pescado, en favor de la comida rápida, ‘chuches’ y bollería. Es sentido común, una alimentación variada, mediterránea y sin saltarse ninguna de las 5 comidas diarias.
Reducir el consumo de bebidas azucaradas. Cuando yo era pequeña -y me consta que no era la única- sólo podía beber esa bebida marrón con burbujas en los cumpleaños y ocasiones especiales.
Pasar menos tiempo enfrente de una pantalla, cambiar los hábitos sedentarios y volver a recuperar esa maravillosa costumbre de jugar en el parque, aunque claro, en casa, enganchados al ordenador, a la tablet o la maquinita de turno, dan menos la lata y no nos obliga a nosotros a pasar frío en la calle.
Aumentar la actividad física, y no se trata de que tengan que practicar necesariamente un deporte en específico o que el ejercicio sea riguroso todos los días. Se trata de que los niños jueguen en los espacios abiertos, que salgan a caminar y que tengan un estilo de vida que no sea sedentario.
Dar ejemplo a los hijos, tendrán buenos hábitos de salud si nosotros también los tenemos y se los inculcamos.