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Se me había olvidado lo extraordinariamente guapa que fue Sara Montiel, quizá porque en la última década se había prodigado más de la cuenta en los medios y no con demasiado acierto. ¿Deben las divas retirarse a tiempo para ser eternas?

Ayer falleció Sara Montiel a los 85 años, y ahora ya es sólo el momento de recordar lo bueno, de mirar una y otra vez las fotos de su mejor época y ver que fue una de las más bellas y fascinantes actrices del cine español y mundial, un icono de sensualidad.

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Hablamos mucho de Penélope Cruz como la primera española en triunfar en Hollywood pero antes fue ella, fue la primera en casi todo, nuestra manchega más internacional -con el permiso de Almodóvar– compartió escena con mitos como Gary Cooper, Burt Lancaster o James Dean, conoció a Marlon Brando -le preparó unos huevos a la manchega-, Ernest Hemingway le enseñó a fumar puros y se casó con Anthony Mann. Fue una mujer adelantada a su época, hizo lo que le dio la gana porque la libertad guiaba su vida, hasta el punto que dejó la Warner porque no quería hacer más “papeles de india sioux”. Quien sabe hasta donde habría llegado…

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La historia de Sara Montiel es una historia de superación, nacida en una familia muy humilde de Campo de Criptana, aprendió a leer en México, de la mano del poeta León Felipe, hasta entonces, los papeles se los aprendía de memoria conforme se los iban leyendo.

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Fiel a su eyeliner con rabillo, su truco de belleza más conocido, lo confesó en numerosas ocasiones porque se lo preguntaron hasta la saciedad: utilizaba el aceite de oliva como desmaquillante y también para hidratar su rostro. Pero un día, en una entrevista en televisión, casada de responder por enésima vez a la misma cuestión sobre sus secretos de belleza, afirmó que era “darse un baño en una bañera llena de alcohol de 90 grados”, media España llenó sus bañeras y al día siguente quería demandar a Televisión Española, Sara lo contaba entre risas. Era también gran defensora de la crema Nivea de la lata azul y le gustaba tomar el sol desnuda en su terraza para que sus huesos tuvieran su dosis necesaria de vitamina D, eso sí, con la cara tapada para preservarla del envejecimiento.

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Dejó el cine con 43 años, cuando llegó la época del destape porque no quería desnudarse. Sara Montiel hizo de su vida lo que quiso y ayer, se convirtió en un mito.

Adiós, Saritísima!