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Hubo un tiempo, contaría a mis hijos, en que los roles asignados a hombres y mujeres se ajustaban a la circunscripción de las mujeres a lo privado y los hombres a lo público.

La mujer, en casa y con la pata quebrada. El hombre, valiente en la guerra y un huno en su profesión. Una putada para todos, FU.

Esta situación impuesta cambió. Sobre todo después de las dos grandes guerras, que obligaron, por falta de mano de obra, a remodelar aunque fuera coyunturalmente el reparto. Esas estructuras eran aceptadas por los hombres, pero también por la mayoría de mujeres. ¿Culpables? ¿Víctimas? Pasaré kilos de esos términos porque nunca conduce a nada más que a alzarnos la voz.

Hoy, las mujeres como tú hija mía, están adscritas al mercado laboral. Y muchas facetas de lo doméstico atañen a los varones como tú, mi niño. En menos de cien años la distribución de los roles ha cambiado más de lo que lo hizo durante siglos de historia. Y el retrato todavía anda definiéndose porque supone cambios muy profundos en toda la morfología del entramado social.

Ahí andamos todos, hasta vuestros padres con lo listos que os parecen. Tratando de saber qué narices se espera de nosotros, cómo relacionarnos con el otro y qué discurso enarbolar. Y digo yo: con mis agujas de calceta, ¿podré tejer el nuevo patrón?

Alfred Eisenstaedt

Alfred Eisenstaedt

Nacer hombre o mujer no se elige, es otro de tantos azares con los que tenemos que vivir. Ni es motivo de especial orgullo ni debería dar grandes comeduras de tarro. Es instrumento de disfrute del mundo, un cuerpo dotado de sensibilidad.

Nunca me ha gustado mucho que veáis la tele, ya sabéis. Hay programación divertida, series muy guays. Pero entre medias hay anuncios, demasiados, que buscan convertiros en sujetos activos de un sistema de consumo del que aún no os podéis defender.

Chavalita, te hablan con un tono agudo, falseado, pretendidamente femenino (insoportable). Tienes que estar guapa porque te querrán mucho, limpiar caquitas y mocos, jugar sentada, tranquilita, el mundo es de color rosa aunque el futuro pinte negro. ¿Es ideal?

Chavalín, ahora vives en Vietnam, sin conocerte te llaman ‘fuerte’, ‘rápido’ y ‘competitivo’, construyes edificios, maridas sustancias químicas, conduces cochazos (niño tenías que ser), ¿no estarás flaco?, tienes que echar músculo.  Sé más listo.

Los que ya tenéis una edad, os dais cuenta de que algo no pita. Y a los peques os lo decimos vuestros padres.

¿Un consejillo? Reíos en sus fauces, no os lo creáis. ¡Es publicidad! Hacen su trabajo. Saben que crear una identidad de grupo vende: es muy tentador comprar inclusión social. La distancia irónica ayuda a gestionar o subvertir las convenciones. No compréis la idea. Lo cierto es que no tenéis que ser como os dicen. Si os gusta un objeto y queréis jugar con él, sabed que se trata de un juego, una ficción, no un entrenamiento, y que existen muchos otros. Que mola jugar en grupo y abrir la mente de par en par. Ser astronauta y un padre cercano, o sagaz abogada y fregar platos si toca. Hoy podemos ser muchas cosas. Corre, ¡vuela! Y a la publi, ni caso.