42 grados, 60% de humedad, 26 posturas y un crujiente nombre indio: Bikram. El Bikram Yoga, para los afectos simplemente ‘Bikram’, es una tórrida evolución de la milenaria práctica que se ejecuta en una sala acondicionada a una temperatura extrema.

Las asanas registradas por el potentado gurú fundador, Bikram Choudhury, se funden –literalmente- con estas características medioambientales y consiguen mayor estiramiento del músculo, sustancial mejora del corazón,  eficaz drenaje linfático, decorativa recomposición corporal y una eliminación masiva de toxinas a través del sudor. La fama cuesta. ¡Y la vais a conseguir sudando!

Seducida por el grato relato de muchas amigas, puse mis carnes en el asador de Bikram Yoga Center, seguramente el centro más popular de Madrid. Pocas veces una práctica deportiva merece la categoría de  ‘experiencia’: ésta es una de ellas. 

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Una vaharada de calor inunda la sala. No hay oquedades, es una masa compacta. También se percibe un aroma especiado, fruto de mucho esfuerzo. Enseguida me acostumbro a esto, no tanto al ambiente que me lleva a bramar bajito por la brisa en la cara.

Todo el mundo se tumba sobre la esterilla y sobre la toalla, no hay contacto verbal ni casi visual, no es el ambiente locuaz del gimnasio. Estamos concentrados en lo que va a suceder. Hago lo que veo, aunque, mundana que es una, se me escapa el contexto espiritual si lo hubiere, ocupada como estoy en gestionar el calor sofocante.

Randy y yogui acompañante

Randy y yogui acompañante

Randy cachas-en-bañador va a ser el maestro de ceremonias. Mentiría si no dijera que evoca a Ibiza antes que al ascetismo: que no desdeñaba un contacto exterior después de derribar las barreras mentales propias de la anquilosada idiosincrasia occidental, vamos.

Bromas aparte (ah, pero, ¿estoy de broma?), el Bikram ofrece la doble lectura del acondicionamiento físico junto con la práctica de ciertas capacidades mentales, en términos de concentración y relajación.

La secuencia comienza. Estoy en la fila de los principiantes, los expertos nos prologan ante el espejo. La referencia es indispensable en una primera clase, bendito ejemplo lazarillo, y me han tocado unas mujeres impresionantemente flexibles, juncales, marciales, seguras, ensimismadas… 

La sala es un cocoon en que la sólo se oye la descripción de la asana, el propio ambiente favorece la introspección. Es muy duro porque cada mínimo movimiento arranca litros de sudor como para paliar la sequía a 20 generaciones vista. El corazón también lo acusa; hay quien sostiene que ahí se arraigan sus bondades.

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Algunas posturas son más difíciles, sobre todo partiendo de la rigidez propia de la falta de práctica, pero no es un yoga muy exigente, a lo nudo marinero en las piernas y poses sobre la cabeza. Quizás el mayor problema sea repetir siempre la misma secuencia.

Se receta apto para tod@s, en vista de las ventajas del calor sobre la relajación muscular. Soportar la temperatura es la prueba de fuego. Aguanto los 90 minutos tirando de cabeza. El Bikram despierta sentimientos bipolares, hay quien se acostumbra tanto que se engancha, quien se apea a los 10 minutos despotricando. Si sufres de claustrofobia ni lo intentes.

A la salida aguarda una providencial bebida de agua de coco natural, llamada a reponer los minerales perdidos. Y claro, la ducha que el cuerpo recibe como al mismo maná.

Se nota mucho la pérdida de deshechos en la piel, más suave que nunca y con un aspecto resplandeciente. Paso el resto del día cansada pero activa, apaleada pero con ganas de más. Y con mucha, mucha sed. Al día siguiente me descubro agujetas donde no sabía que tuviera cuerpo. Algo debe tener el sudor cuando lo bendicen: estoy mirando las ofertas para seguir ahondando, con cautela, en esta peculiar mezcla de fisicidad y superación mental.

Hasta el 31 de julio, y en Bikram Yoga Center, se puede practicar Bikram durante una semana continuada por 18 euros.

Bikram Yoga Center

Barquillo, 38.

28004, Madrid.

Tel. 91 319 20 58