La proximidad del verano activa todos los aparatos mediáticos de autocontrol enfocados a la pérdida de peso. Bien articulados o declaradamente chungos (sí, aún hay quien pretende colar la ‘dieta milagro’)…
Todos cuentan con la buena voluntad del usuario, comprometido con la noble gesta de perder una o dos tallas con esfuerzo, sudor y lágrimas. La fama cuesta. Pero, ¿qué hacer cuando somos de fuerza de voluntad enclenque? Pues, por ejemplo, un protocolo con 9 reajustes poco aparatosos pero muy efectivos. Sin necesidad de cambiar la comida en sí, sino el entorno.
Pequeños gestos, grandes efectos, por Brian Wansink, psicólogo doctorado en Stanford (1990) y experto en comportamiento del consumidor y ciencias de la nutrición.
1. Esconda los cereales del desayuno en el armario de la cocina. Incluso los más esaboríos copos de centeno inflado sin azúcar añadido (ni una mala pasa). Estudios han demostrado que las personas que no tienen los cereales a la vista se mantienen delgados.
2. Sírvase el plato en la cocina en lugar de llevar toda la fuente a la mesa. Así se evita la tentación de repetir y se puede llegar a ingerir hasta un 19% menos de comida.
3. Beba vino tinto en lugar de blanco y en vaso alto y delgado en lugar de corto. Si está de pie en un aperitivo, deje el vaso sobre la mesa para no estar bebiendo continuamente.
4. El color cuenta. Procure que el color de la comida contraste con el de su plato. Está demostrado que la gente come hasta un 22% de alimentos si el color coincide. A su vez, el color que más desazona el apetito es el azul. ¿Qué tal cambiar la vajilla?
5. Si come en restaurante, intente pedir la mesa cerca de la puerta principal. Efectivamente: ¡es para salir corriendo! (previo pago). Las personas que se sientan lejos de la entrada son uno 73% más propensos a pedir postre.
6. Siguiendo en el restaurante, intente sentarse en un taburete alto de los que se ofrecen en las barras. Wansink asegura que será menos probable pedir comida frita.
7. ¿Y los niños, es que nadie piensa en ellos? Según Wansink, la clave del éxito para que elijan alimentos sanos es proponerles un juego proyección sobre sus héroes preferidos. Por ejemplo, ¿qué crees tú qué comería Batman, manzanas o patatas fritas? Wansink sostiene que aunque respondan patatas fritas el hecho de pensar por otra persona hará que se lo piensen dos veces y, a menudo, cambien su orden (un poco como cuando tratamos de imaginar qué harían nuestras personas de confianza ante determinada situación).
8. Mastique chicle durante la compra (mejor con sabor a menta). La gente que masca alegremente compra un 7% menos de comida chatarra.
9. Si se ha de comer en el trabajo, prepare el almuerzo en casa. Wansink sostiene que los afectos al tupperware consumen menos (y más saludables) alimentos que los que comen fuera.