“La belleza es cultural”, dijo un buen día Judit Mascó en la cima de su carrera. “En África no me consideran bella. Dicen que tengo piel de cerdito”.
Zas. Esta epifanía de la modelo sería un buen resumen para el tema, amigas. La única e intransferible trayectoria cultural de cada país, fruto de muchísimos años de evolución y peculiaridades sociales, cincela el canon de belleza. Y por tanto, hay que valorarlo como lo que es: un registro antropológico, un formalismo estético construido con capas de accidentes casuales y causales, como la alimentación, las condiciones ambientales o la manera de vestir. Una curiosidad.
Muestra de ello son las fotografías del último experimento viral en nuestra red de redes, todo un compendio de interpretaciones subjetivas según países, a partir de un único cuerpo ‘viajado’ y adaptado por diseñadores gráficos ‘aborígenes’ gracias a la magia de Photoshop. ¿Aún quedaba quien pensara en un único modelo de belleza?
Complexión de la Barbie, obsesión por la cirugía estética, un pecho rotundo y las piernas torneadas. La altura, comedida. Es la pauta que marca Argentina. Bastante convencional, ¿no?
Con algo más grasa y menos curvas que su colega argentina. El ideal sudafricano goza, además, de una mandíbula muy definida.
Morenaza, imponente, con un pecho mucho más que generoso, tan voluptuosa como la más común de las Miss Venezuela.
Confieso que el modelo que presenta nuestro país, ya que hablamos de ideales, me deja perpleja. Esperaba algo más parecido a una modelo de los 90. Esta española que, sin duda, besará de verdad, dista mucho de lo que vemos en los artefactos culturales que consumimos. Pero sí se parece mucho a lo que se ve en las playas. Pulgar en alto, esta mujer tiene un aspecto sano y no se priva de las delicias de nuestra gastronomía.
Sospechosamente parecida a los diseños femeninos de la factoría Dreamworks, tonificada y, claro está, con un busto turgente. La imagino desayunando batidos de col kale y lidiando con la tentación de la comida basura. Un país en el que ‘conviven’ (por expresarlo de algún modo) pautas de alimentación tan opuestas, debe tener a sus habitantes en medio de un tsunami de información. Ojo al thigh gap.
Posiblemente, la idealización más espeluznante de todas. Estructura ósea de adolescente, pecho desproporcionado con su cuerpo, piernas sin grasa ni masa muscular, rostro ligeramente occidentalizado. Como una figura de anime.
Otro hurra por el diseñador colombiano. No sólo ha captado un cuerpo saludable, sino que ha conseguido transmitir la sensación de seguridad de las colombianas, como se suele decir “con una relación más natural con sus cuerpos”.
El arquetipo filipino no deja mucho lugar a dudas: los pechos son, por encima de todo, los caracteres sexuales secundarios más apreciados a la hora de recrear la belleza femenina.
Una mujer estatuaria, algo recta, rematada por el cabello en ese color tan particular asociado a una variación del cromosoma 16… Belleza mística.
Y si en Filipinas era el pecho, en Siria son las caderas, epítome de la imagen maternal, el principal reclamo para el sex appeal. Cualquier hombre de las cavernas gruñiría en señal de aprobación.
Figura de reloj de arena, muy proporcionada y en sintonía con el ideal de belleza de Hollywood de los años de Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor.
Curvas rotundísimas, cintura muy definida, cuerpo tonificado… El ideal egipcio es toda una bomba de sexualidad.
Rasgos faciales dulces, piernas poderosas y curvas discretas (sobre todo cuando acabamos de aterrizar desde Egipto). Un cuerpo saludable y asequible.
Y esto, más o menos, es lo que resuena en mi cabeza como la máxima aspiración de la mujer de hoy en día. Un cuerpo disciplinado en el ejercicio, acostumbrado a privaciones (poco hidrato de carbono veo yo ahí), rellenado estratégicamente con el bisturí, estilizado y pasado por la cabina de UVAS. Muy angelical.
De cara, ¿no pasaría por la nieta de la Gioconda?
Recta, sobre todo en las piernas, de estatura recoleta y con detalles de coquetería en la ropa interior y en las uñas.
La hermana genética de la mujer egipcia es, también, un clon de ella, de la más mediática representante del KKK, de la pareja del próximo presidente de EE.UU. (risas enlatadas), de la misma que viste y calza embutidos hasta para ir a la piscina. Ya saben a quién me refiero.
Un aspecto decididamente femenino sin echar la casa por la ventana. Curvas justas, volumen muscular, vientre muy plano y un rostro suave. Muy logrado en general, diríase cualquiera de las estudiantes que visitan nuestra país cada año. Guayominí, an puant.
Figura de reloj de arena, bastante venusiana y con reminiscencias de las pin-up de los 50. ¿Podría ser una heroína de Kusturica? Miren que se la ve propia…