“Nunca me tocaría la cara. Me da miedo quedar como esas señoras clónicas con boca de pato, narices de Michael Jackson y refajos de piel detrás de las orejas”.

¿Cuántas veces hemos escuchado algo parecido? Seguramente muchas, porque el temor a parecer una figurante de Freaks al someterse a ‘un retoquito’ está más que justificado. Sobre todo si prestamos atención a los casos de uso indebido de la medicina estética, monstruosamente amplificados y sometidos a juicio en las plazas públicas de la cosa social.

Existe ese rostro congelado, de expresión marchita y grotescos volúmenes; ese reverso tenebroso de lo que debería ser una mejora en el aspecto físico que, desgraciadamente, da visibilidad a los peores profesionales, mella la confianza en la medicina estética y tilda de mentecata a la afectada.

Pero también existe una cara mucho más amable –y mucho menos publicitada-: la de la praxis ejercida con respeto, acierto y economía. Exactamente lo que debería buscar quien persiga un resultado natural y confiable que lucir con abiertamente y con orgullo, fuera del armario. Pregunta al aire, ¿por qué no hablamos tanto de los casos de éxito?

Mientras meditamos sobre la cuestión, las doctoras Mar Mira y Sofía Ruiz del Cueto, de Clínica Mira+Cueto, nos ponen sobre la pista de este sendero médico-estético en que la naturalidad se adoquina con armonía y sutileza.

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  1. Individualidad VS Rostros en serie.

La personalidad es la clave. Así como el estudio del rostro del paciente y el respeto a su gestualidad y facciones; pero también la humildad de no estampar el sello personal en la nueva creación, esas ‘narices de X doctor’ que se identifican al primer vistazo de tan familiares que nos resultan.

“Se trata, ni más ni menos, de enfrentarse a cada rostro como lo que es: absolutamente único”, apostillan las Dras. Mira y Cueto. “Individualizar el tratamiento a partir de un diagnóstico pormenorizado que estudie la fisionomía, características y necesidades diferenciales de cada paciente es una premisa crucial. También que no se detecte la ‘firma’ del doctor”.

  1. Respetar y mantener VS Inventar y transformar.

Nada de transformaciones radicales, sino evoluciones a mejor de la materia prima de la que se parte. “El tratamiento médico-estético no es un sprint, sino una carrera de fondo, un recorrido abierto a marcha suave sin prisa por llegar a la meta”.

Es importante reconocerse ante el espejo, verse mejor, no otra persona. O peor: ¡una cucaracha!

  1. Difuminar VS Borrar.

No todos los signos de la edad menoscaban nuestra belleza, ¡ni mucho menos!

Las arruguitas de expresión en torno a los ojos delatan la experiencia de la felicidad, y eliminarla del rostro sería un error, además de artificioso. “La clave está en suavizar, minimizar, matizar… para conseguir un resultado natural, elegante y favorecedor, lejos del aspecto de cera”, sentencian las expertas.

  1. Dosificar VS Pasarse.

La mesura como punto cardinal. Siempre mejor quedarse corto que pasarse, tener la posibilidad de añadir antes que esperar a que se pasen los efectos de un retoque desmesurado.

  1. Favorecer la expresividad VS Congelar la expresión.

La única diferencia entre un rostro bien tratado con botox (y, por tanto, natural y móvil cual piuma al vento) y otro congelado en un rictus extraño, es la dosificación. Y ésta viene de la manita que aplica el inyectable. El botox en sí, con la mala fama que tiene el pobre, no es responsable de nada. Nuestra compañera Eva Reuss lo ha contado muy bien aquí.

“Se trata de aplicarlo en dosis correctas y tener un buen conocimiento anatómico del rostro, de sus pequeños músculos, para trabajar con precisión milimétrica. Nosotras tratamos a actores, políticos, presentadores… y nadie se imaginaría que llevan botox”, revelan las doctoras.

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Caso de éxito 2 (de una larga lista): Cate Blanchett.

 

  1. Reposicionar VS Voluminizar.

“Mejillas de muñeca pepona”. Así las describe la doctora Mar Mira y así recreamos a la perfección esos rostros hinchados con volúmenes groseros, como de muñeco Michelín.

Una cosa es devolver a su lugar las facciones que el tiempo ha reposicionado (pómulos caídos, labios que se afinan) y otra, inventarse un nuevo rostro. Además, añadir peso con sustancias de rellena agrava la flacidez de los tejidos, y a la larga es contraproducente más allá del resultado estético.

  1. Armonizar VS Destacar.

Hemos enviado una sonda a Plutón, pero no se ha dicho una palabra nueva en cánones desde que el último matemático de la Grecia clásica estiró la pata. El número Phi, presente en la naturaleza, sigue definiendo la proporción de la belleza. Y en esta fórmula, además de en el tratamiento global del rostro (en lugar de rasgo a rasgo), se basa un tratamiento médico-estético favorecedor.

  1. Tratar en global VS Aislar rasgos.

“Al fijarse sólo en un rasgo o un signo a tratar sin contemplarlo dentro del conjunto, se tiende a pasar por alto vías de solución alternativas que en ocasiones no se ubican justo donde está el ‘defecto’ a tratar. Un buen ejemplo de esto son los surcos nasogenianos: para atenuarlos casi siempre funciona mejor crear tracción de la región del pómulo hacia arriba, con lo que los surcos nasegenianos se alisan, en lugar de rellenarlos directamente”.

  1. Poner límites VS A Demanda / Todo Vale.

La dismorfobia es una distorsión de la percepción personal que conduce a verse mucho peor de lo que se está. A veces, incluso a inventarse por completo un defecto. “Es labor y obligación deontológica del médico-estético reconducir las peticiones, explicando en detalle los posibles errores en la autopercepción. Hay que saber decir no y exponer los motivos con delicadeza pero con contundencia”.

A la famosa 'mujer gato' nadie le ha sabido decir NO.

A la famosa ‘mujer gato’ nadie le ha sabido decir NO.

  1. Elegancia VS Tendencia.

Ayer se llevaron los labios de Angelina Jolie, hoy la nariz de Kristen Stewart, mañana quién sabe (quizá algún rasgo de Lily Rose Depp). Me pone cuarto y mitad.

De nuevo, hay que hacer hincapié en la importancia de valorar el rostro en su conjunto y saber elegir los retoques siguiendo el faro de la belleza atemporal, no de una ‘tendencia’ que probablemente no encaje con lo demás.

Fijarse en el rostro del propio doctor suele ser una buena recomendación para saber de qué criterios estamos hablando. No sería coherente exhibir labios de pato o cejas de Jóker mientras se promulga a los cuatro vientos el buen resultado que se nos va a dar. ¿Verdad que no?