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Me percaté el otro día gracias a una amiga. La Gente, así en general, pasa villas y villorrios de la caducidad de los cosméticos. Usamos (me incluyo) con alegría nuestros atractivos ungüentos de ‘mágicas’ propiedades hasta que doblen las campanas del Juicio Final. Luego vienen las lamentaciones en forma de sarpullidos, erupciones, picores, rojeces… O, lo que es muchíiiiiiisimo peor, en forma de ineficacia en los resultados, de arruguita rebelde. Y hasta ahí podíamos llegar.

Esta buena amiga mía, pasotilla como es ella, me reconocía sin sonrojo que sigue usando los labiales que le birló a su madre allá cuando colgamos el babi. Que le encantaba su aroma ‘empolvado, como a arcón cerrado’ y la textura desintegrada del potingue…

Elegir a las amigas por sus extravagancias siempre es aconsejable, mola. Si yo les siguiera contando. Pero en cosmética pongamos juicio; un solar degradado, por ejemplo, es abrir las puertas a una quemadura severa y al daño oxidativo. Basta tener en cuenta 3 sencillas pautas para que no nos caduque ni una muestrita de la perfumería del barrio.

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  1. Mira si el producto tiene fecha de caducidad.

Taránnnnn. ¿Verdad de Perogrullo? No, espera, que sigo. No todos los productos caducan. Los que se presentan en monodosis o no están en contacto con el exterior –y con sus agentes contaminantes-, como los aerosoles, duran más que tú, que yo, y que los contumaces piojos. Tampoco se pasan los productos alcohólicos o anhidros.

Para todo lo demás, busca el número del PAO (Period After Opening). El símbolo es un tarrito abierto, y la duración se expresa en meses. Si no lo lleva es porque el producto dura más de 30 meses, es la única circunstancia que no obliga a incluir este formulismo.

  1. Aguza los sentidos.

Las fragancias contienen ingredientes naturales, y estos pueden alterarse con el tiempo, advirtiendo de la degradación del producto. La textura no deja lugar a dudas: si el agua se ha disociado del resto de compuestos más densos, es que la crema está para vestir santos. Pero ojo, estos métodos no siempre funcionan con todas las cremas (y, aunque lo hagan, puede que te guste el toquecito rancio como a mi amiga).

  1. Cuida la higiene.

No todo es la caducidad tal y como la calculó el fabricante. Ésta se puede acortar significativamente si estropeamos el producto. ¿Por ejemplo? Cuando metemos nuestras manitas que luego van al pan en la crema, dejamos que nuestras brochas de maquillaje se llenen de polvo, compartimos labiales, dejamos los botes de champú, acondicionador, leche corporal, etc, abiertos… No vivimos en una burbuja aséptica –menos mal-, y está demostrado que los agentes contaminantes que pululan en el ambiente empobrecen la calidad de las formulaciones.