El vello pugna por salvar su pellejo: ¿debemos aniquilarlo de raíz o dejarlo crecer en libertad y con reivindicación?

Como en otros sectores que reflejan el imaginario colectivo, podemos hablar de una sociología de la belleza que analiza el sustrato cultural sobre el que tomamos nuestras decisiones de cuidado personal. Ahí reside, precisamente, el quid del asunto, en la correlación entre la estética y los movimientos que pretenden transformar la sociedad. Dejarse crecer el pelo en el sobaco (véase el absurdamente polémico Sobaquember, sin ir más lejos) no es cuestión de desidia o de desaseo, aseguran estos sociólogos de la belleza, sino de filosofía, de activismo. Hay mucho contenido en el vello femenino desde que nuestros cuerpos son ‘pancartas’. También desde que la publicidad se instauró como eficaz herramienta de control.

Filósofos, artistas, activistas, psicólogos y feministas se dan cita en la fantástica Poilorama (¡guerra al pelo!), una muy recomendable serie de minidocumentales (cada pieza dura unos 5 minutos) elaborada por el Canal Arte sobre los dictámenes de lo impoluto. Te resumo sin pelos en la lengua algunas de las conclusiones más interesantes.

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1. El pelo no está ahí por casualidad, cumple una función biológica. ¡Qué bien hechos estamos! Nuestro vello nos defiende de microbios y patógenos, así que un sobaco o un coño velludos son, a pesar de quienes defienden el aparente higienismo de la depilación, más aseados y limpios. Para algunos, incluso más bellos, con B.

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2. No sólo son recovecos más limpios… también son más deseables. El vello captura y difunde el resultado de nuestras secreciones hormonales, equivale a sexualidad. Y eso, aun a nivel inconsciente, puede molestar mucho. Máxime cuando se trata de un matojo femenino; en los vídeos citan el cuadro “El origen del mundo” de Courbet para ilustrar la polémica, imagen que aún se sigue censurando cada vez que asoma por Facebook. ¿Por qué se ha ganado la consideración de obsceno y pornográfico ese coño, que bien podría ser el sagrado agujero de nuestras madres?

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3. La publicidad, la moda y el cine han hecho mucho en favor de la depilación. Queremos estar suaves y tersos por encima de cualquier otra cosa. Y también queremos ‘cuidarnos’ para ‘vernos bien’ y reforzar nuestra autoestima. ¿Sabías que en las revistas eróticas de los 50 se eliminaba el pelo púbico con arcaicas herramientas de retoque? Un pubis peludo era mucho más embriagador y, por tanto, afirman los teóricos de Poilorama, peligroso. ¡Ahahá! Con el patriarcado hemos topado: nos enfrentamos al control de la sexualidad femenina en los límites que el hombre encuentra aceptables.

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4. Y ahí es donde juega un papel el nuevo feminismo, cultivado, ampliado y difundido a través de Internet. ¿Por qué ha de ser ‘sucio y asqueroso’ un sobaco femenino velludo cuando el de los hombres está bien con sus pelos? Por qué ofende tanto el pelo en el cuerpo de la mujer. Por qué ofende tanto el cuerpo de la mujer. En respuesta a esta -única- pregunta, las mujeres comparten sus frondosas matas de pelo en las redes sociales y con ello aportan modelos de cuidado alternativos que proceden de la vida real, con independencia de los intereses de las marcas.

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5. Ojo, la relación entre el vello y la masculinidad también se analiza, en este caso a través de la barba y los códigos del metro- y el lumber- sexual. ¿Quién es más macho de los dos? Pensemos en ello mientras aplastamos un camión con las manos.

Te recomiendo de nuevo que veas la serie completa si te interesa el tema de la tiranía de la belleza, está montada con mucho salero, la documentación es divertida y los aportes son de lo más nutritivo. Después de verla, resulta bastante complicado defender la depilación más allá de que no apetezca nadar a contracorriente y a una le compense sufrir maquinillas, ceras, láseres y demás torturas. El derecho a decidir debe ser inalienable, pero también la existencia de variados paradigmas que ayuden a la reflexión. A todo esto, ¿terminará saliendo una Barbie velluda?