Más libres y modernas que nuestras madres. Modernas, cultas, comprometidas…No hablamos de mujeres de hoy, sino de los años treinta del siglo XX. Un siglo en el que, entre tantos logros y horrores, las mujeres llevaron a cabo su propia revolución. Con sus avances y retrocesos.. En los años 70 y 80 las mujeres protagonizaron un gran salto generacional: su vida cambió tanto que apenas tenía ya que ver con la de sus madres. Su modelo no les servía y tuvieron que inventarse el suyo propio. Lo que no sabían algunas es que en tiempos de sus abuelas las españolas habían sido más libres y modernas de lo que lo fueron sus abnegadas madres.

 Isabel Oyarzabal

Isabel Oyárzabal, arriba en el centro de la imágen y sobre estas línea al pie de su retrato.

En el centro la imagen superior: Isabel Oyarzábal Smith (Málaga, 12 de junio de 1878 – Ciudad de México, 1974) fue una periodista, escritora, actriz y diplomática española. Si quieres conocerla mejor, el libro Las Republicanas “burguesas” de la periodista y escritora Inmaculada de la Fuente nos acerca 14 biografías,  de esas burguesas republicanas.

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Había existido, al menos, una minoría que defendía la igualdad en la educación y reivindicaba un papel propio en la sociedad, la cultura y la política. Mujeres modernas y sin complejos que defendían el derecho a trabajar y a ser alguien en la vida por sí mismas, aunque no tuvieran necesidad de hacerlo por haber nacido en una familia acomodada. Zenobia Camprubí, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez y traductora ella misma, la feminista y socialista Isabel Oyarzábal, las escritoras y periodistas Mercè Rodoreda y Josefina Carabias, la nieta republicana de Antonio Maura, Constancia de la Mora, o las bibliotecarias María Moliner y María Brey, esta última tía de Maríano Rajoy, fueron mujeres adelantadas a su época que brillaron por su talento y su compromiso en las décadas de los veinte y los treinta. Al igual que algunas más jóvenes, como la primera mujer arquitecta, Matilde Ucelay o Carmen de Zulueta, que acabaría siendo hispanista desde su exilio de Nueva York.
Todas ellas forman parte de Las republicanas “burguesas” (Punto de Vista Editores/Sílex), un libro de Inmaculada de la Fuente que recoge las biografías de catorce mujeres relevantes que se sintieron republicanas o que alcanzaron el reconocimiento en ese periodo. La palabra burguesa hace referencia a su origen de clase media -en el caso de Constancia de la Mora Maura de clase alta y privilegiada- o a su condición de mujeres cultas, inconformistas y emprendedoras. Zenobia Camprubí no solo traducía a Rabindranath Tagore sino que era una mujer de negocios que regentaba una tienda de arte popular, alquilaba pisos a extranjeros –gracias a su origen norteamericano por vía materna- y conducía un coche –algo inusual entonces- en el que tan pronto trasladada muebles como acercaba a su marido a sus tertulias y conferencias.
Sus trayectorias son diferentes, pero mantienen unas señas de identidad similares: su origen burgués, su amor a la libertad, su sentido de la independencia, y su mentalidad abierta o incipientemente feminista. “El calificativo de “burguesas” no es peyorativo en ningún sentido, y lo utilizo para indicar que no se trata de obreras ni proletarias”, subraya la autora. Son hijas de la burguesía progresista la mayoría. Aunque la Segunda República y sus leyes reformistas encontraron un inevitable eco en los sectores desfavorecidos, no es menos cierto que para las clases burguesas supuso la gran oportunidad de modernizar el país.
Durante un tiempo pareció –porque así se estudiaba- que los grandes acontecimientos históricos los protagonizaban los hombres y un escaso número de mujeres singulares. En Las Republicanas “burguesas” se recupera la biografía de algunas de estas mujeres que sin estar en la primera línea de la política –solo Constancia de la Mora e Isabel Oyarzábal tuvieron un perfil destacado en este terreno-, contribuyeron a que España alcanzara el tren de la modernidad.

Maria Brey, tía Mariano Rajoy Brey.

Maria Brey, tía del Presidente del Gobierno “en funciones, Mariano Rajoy Brey.

La Segunda República, con sus luces y sus sombras, representó una oportunidad histórica excepcional para las mujeres. Para las emancipadas y para las más vulnerables y necesitadas de cambio. Una pequeña reforma legal permitió que las mujeres pudieran ser elegidas diputadas a Cortes y presentarse por primera vez a las elecciones convocadas tras la proclamación de la República. La paradoja es que aunque sí podían ser ya elegidas, en esos primeros comicios las españolas no podían votar aún. Ese derecho fue aprobado en las Cortes resultantes en diciembre de 1931 gracias al tesón de una de las nuevas diputadas, la abogada Clara Campoamor. Pero no solo se avanzó en leyes. La cultura dejó de ser un privilegio para convertirse en un alimento espiritual y un arma de progreso. La mejora de la educación, la lucha contra el analfabetismo, tan extendido entones en España y la difusión de la lectura en los pueblos más olvidados, fueron algunas de las prioridades del gabinete republicano. Una tarea a la que se sumó María Moliner a través de Misiones Pedagógicas, lo que la llevó a crear 105 bibliotecas rurales en los años treinta.

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Zenobia Camprubí, Carmen de Zulueta, Josefina Carabias o Mercè Rodoreda encontraron en la Segunda República un viento de modernidad. Para Constancia de la Mora supuso, además, el despertar del letargo en que vivía y cambiar de rumbo al mismo tiempo que lo hacía España. Fue la primera mujer de la alta burguesía que utilizó la ley de Divorcio de 1932 para romper con su primer marido y casarse por lo civil con el militar de aviación Ignacio Hidalgo de Cisneros, otro ferviente republicano. Fue también la primera mujer de su clase que se puso a trabajar –en la tienda de Zenobia Camprubí-, con gran escándalo de su familia y sus antiguas amistades. Isabel Oyarzábal, incansable periodista y escritora tras un breve comienzo como actriz, además de inspectora de trabajo, representó a España en diversos foros internacionales gracias a su dominio del inglés. Durante la Guerra Civil el gobierno republicano recurrió a ella, nombrándola embajadora en Escandinavia para que sustituyera al diplomático que ocupaba ese puesto y que había traicionado a sus superiores pasándose al bando franquista. Oyarzábal tuvo que emplear toda su sutileza para presentarse en Estocolmo y con el apoyo tácito del gobierno sueco, lograr que su antecesor abandonara la legación diplomática por propia voluntad. Al final de la Guerra Civil fue ella la que dejó los países nórdicos para refugiarse en Estados Unidos y México. No fue la única: la mayoría acabó en el exilio. Otras, como María Moliner, Matilde Ucelay, María Brey y Matilde Moliner, no se marcharon fuera de España pero fueron depuradas por sus simpatías republicanas y sufrieron represalias legales –María Brey perdió su plaza y fue “desterrada” como interina a Huelva, mientras su marido, el bibliófilo Antonio Rodríguez-Moñino, era encarcelado-. Unas dificultades que forjaron su carácter y las empujaron a mirar al futuro. María Moliner, la bibliotecaria que, tras el expediente de depuración había sido castigada a bajar dieciocho puestos en el escalafón decidió combatir la melancolía “de las energías desaprovechadas” empleándose a fondo por las tardes a la tarea de definir y actualizar las palabras del Diccionario de la Real Academia hasta crear su monumental DUE (Diccionario de Uso del Español).

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Josefina Carabias, una de las primeras mujeres periodistas en España.

En el libro hay un capítulo dedicado a algunas de las pintoras más importantes de ese periodo, como Ángeles Santos y Remedios Varo. A esta gran pintora surrealista apenas le interesaba la política en sí, pero sí la libertad de vivir y crear. Y solo cuando vio amenazada su libertad tomó partido. Vivía en Barcelona en los primeros momentos de la Guerra Civil y se puso al lado de las fuerzas republicanas. Inicialmente se exilió a París, pero tras la ocupación alemana, tuvo que marcharse a México.
Josefina Carabias y Carmen de Zulueta apostaban también por regenerar el país a través de la educación y la cultura. Ese fue el núcleo principal de su lealtad republicana. Carmen de Zulueta, hija de un insigne pedagogo y periodista cercano a la Institución Libre de Enseñanza, vivió una existencia cómoda y sin sobresaltos los primeros años de su vida, aunque no ignorara que a su alrededor había injusticias y gente que malvivía con salarios de hambre. Su familia era republicana y ya antes de 1931 ella misma llevaba a veces sobre el jersey un lacito con los colores de la bandera tricolor. En 1936, su padre era embajador de España en el Vaticano. Como los hijos se habían quedado estudiando en Madrid, la familia aprovechó las vacaciones para reunirse en Roma y pasar el verano en Italia. La Guerra Civil cambió sus planes de forma radical: ya no volvieron. Como solo se habían llevado ropa de verano, recordaba que tuvieron que comprarse prendas de abrigo antes de marchar al exilio. Ella acabaría siendo una neoyorquina de gustos austeros que, sin embargo, vivía en una casa confortable y siempre abierta para los españoles que pasaban por Nueva York.
Aunque no todas gozaran de una posición desahogada. María Moliner, en concreto, aun siendo hija de médico y habiendo crecido en una casa con servicio en sus primeros años, pasó a tener serias dificultades cuando su padre se marchó a Argentina y no regresó. No obstante tanto ella como sus hermanos estudiaron en la Universidad –dando clases a otros compañeros ya desde el bachillerato para sufragarse sus gastos-. En una época en la que las mujeres eran las primeras en dejar los estudios si había problemas económicos, las hermanas Moliner no lo hicieron. Como tantas mujeres de su época tenían hambre de cultura. No tiraron la toalla entonces ni cuando la República perdió la guerra. Eran unas supervivientes y ni siquiera en la dictadura franquista se sintieron derrotadas.

Las Republicanas “Burguesas” por Inmaculada de la Fuente. (Punto de Vista Editores/Sílex)

En la próxima Feria del Libro de Madrid, la autora firmará  ejemplares de Las republicanas “burguesas” en la caseta de Sílex Ediciones, el viernes 10 de junio por la tarde”.