El ictus es la primera causa de muerte en la mujer española y la segunda a nivel mundial. Los accidentes cerebrovasculares se cobran cada año más del doble de vidas que el cáncer de mama y hasta 14 veces más que por accidentes de tráfico. Y según los expertos, como cada vez vivimos más años, lejos de romper la tendencia, la incidencia del infarto cerebral será mayor. En España hay 350.000 mujeres discapacitadas después de haber sufrido un ictus.

Silvia Abascal sufrió un ictus hace 5 años

Silvia Abascal sufrió un ictus hace 5 años

Sí queridas, las mujeres estamos especialmente predispuestas, porque aunque la mayoría de los factores de riesgo son comunes a hombres y mujeres, hay algunos que son exclusivos de la mujer:

  • La diabetes, migrañas con aura, fibrilación auricular, depresión e hipertensión se dan con más frecuencia en mujeres.
  • La longevidad, dado que las mujeres vivimos más años.
  • Cambios hormonales, tratamientos hormonales sustitutorios posteriores a la menopausia y la diabetes gestacional.
  • El embarazo, la preeclampsia, o el uso de anticonceptivos orales (especialmente en el caso de mujeres con una alta presión sanguínea).
  • La hipertensión ligada al embarazo es la principal causa de ictus en mujeres embarazadas y en el periodo post parto.

El origen principal del ictus está en muchos casos en la fibrilación auricular, un tipo de arritmia cardíaca que puede provocar la oclusión de una arteria del cerebro debido a un trombo o émbolo. Según el doctor Jaime Masjuan, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Ramón y Cajal “El colectivo más vulnerable son las mujeres mayores de 75 años, donde la fibrilación auricular puede llegar a ser la causante del 50% de los ictus más graves”.

Pero desafortunadamente las autoridades sanitarias no están haciendo todo lo que debieran para prevenirlo. Inmaculada Roldán, cardióloga del Hospital de La Paz, alerta de que “el 40-50% de los más de 800.000 pacientes con fibrilación auricular no valvular no están correctamente anticoagulados con Sintrom, lo que puede suponer un mal pronóstico, con aumento de la mortalidad, casos de ictus y de embolismos sistémicos”.

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El Sintrom y los medicamentos similares han sido enormemente útiles pero llevan acarreados una serie de problemas que hacen la vida difícil a los pacientes. La buena noticia es que existe una nueva generación de medicamentos, los anticoagulantes orales directos (ACODs), fármacos más eficaces y seguros que no requieren controles exhaustivos. Pero, ¡oh sorpresa!, no están financiados por nuestro sistema de salud, sólo los cubre la Seguridad Social en casos muy específicos y dependiendo de la comunidad autónoma. Sí, son más caros, pero son costes efectivos. Son más baratos a la larga porque evitan más ictus que los anticuagulantes como el Sintrom: un paciente con dependencia moderada supone un gasto de 14.000 euros al año y un gran dependiente –en torno al 20% de los que sufren un ictus-, 32.000 euros al año.

Mejorar las mareantes cifras de ictus en España pasa por prevenir con un buen diagnóstico y los mejores medicamentos a disposición de todos, pero además poniendo cada una de nosotras de nuestra parte:

  • Con una dieta saludable y equilibrada.
  • Realizando ejercicio físico de manera moderada y regular.
  • Evitando el estrés –eso ya no es tan sencillo-, porque afecta a la tensión arterial y al sistema inmunológico.
  • No fumando.
  • Evitando el alcohol.
  • Descansando lo suficiente.
  • Vigilando la tensión arterial y el colesterol.
  • Manteniendo un peso ideal.
  • Ejercitando el cerebro: no sólo hay que ejercitar los músculos del cuerpo, también es saludable entrenar nuestra mente porque aumenta la resistencia del cerebro frente a enfermedades.

Ponte las pilas para prevenirlo y memoriza bien los síntomas para detectarlo. La rapidez de actuación es clave para salvar la vida y evitar las secuelas. Éstos son los síntomas que deben despertar las alarmas:

  • Sensación de mareo, dolores de cabeza y confusión.
  • Hipo, náuseas, vómitos.
  • Latidos cardíacos rápidos.
  • Dolor de pecho, dolor en los brazos, las piernas y la cara.
  • Dificultad para caminar.
  • Adormecimiento o debilidad repentina en la cara, brazo o pierna.
  • Sensación dolorosa en un lado del cuerpo.
  • Dificultad para entender lo que otros dicen.
  • Problemas repentinos en la vista.
  • Caída de la boca o los ojos, dificultad para sonreír.
  • Dificultad para levantar las manos, para hablar, mover un brazo o una pierna.