Ah, la Navidad, esos festejos tan paganos, preñados de ceremonias y rituales que conducen inevitablemente al desfase más demencial. Como Calígulas de la vida moderna, estos días estamos haciendo todo lo posible por destruir el Imperio físico que con tanto esfuerzo apuntalamos el resto del año. Sí, sí, no me lo niegues, que tú también estás engullendo grasa animal como si hubiéramos vuelto a las cavernas y libando de las copas del licor como un voraz enjambre de abejas; por no hablar de la sucesión de gloriosos amaneceres que llevamos a las espaldas (ni el Principito contempló tantos).

El caso es que, aunque tenemos el corazón contento y lleno de alegría, nuestros baqueteados cuerpos acusan el cambio de hábitos. Y cómo, a ver si te crees que una está hecha de piedra. No, amiga, como hemos comprobado sobre el terreno de juego, la carne es débil, susceptible de ceder a la tentación y muy sensible a los aluviones de toxinas propios de la Navidad. Si tu espejo te devuelve una imagen marchita, abotargada, saciada de excesos y banquetes, colmada de placeres pantagruélicos, en definitiva, sigue leyendo. Es tiempo de activar un protocolo de belleza que te devuelva al estado de lozanía inicial del que partiste. Ahora podemos.

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Lo primero es sacudirse de encima esa sensación de satisfactorio cansancio esculpida en mil pistas de baile. Una solución buena, bonita y barata es darse un relajante baño de espuma; lo mismo descansa los músculos que acondiciona el espíritu, mejora el estado anímico, y despeja la mente.

En esta Santa Casa recomendamos las burbujas de baño de Lush para alcanzar este noble objetivo. Por ejemplo, la nueva Never Mind the Ballistics que, con sus aceites de lima y naranja dulce salvaje, te insuflará la vibrante energía de los cítricos de paso que te acondiciona y suaviza la piel.

Precio: 5,95 euros.

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Las mascarillas se inventaron especialmente para estos días de resacón en Las Vegas. Es una especie de norma de belleza no escrita que se evidencia perfectamente en la práctica: no hay como un providencial efecto flash para despedirse de la cara de acelga revenida y recuperar la frescura. Y qué mejor que con el toque de color ¡rosa! de la mascarilla Peel-Off Natural de Bioxán, a base de ingredientes naturales y elaborada en la alianza de dos geles, uno de calcio y otro rico en principios activos como el alginato, la vitamina E o el chitosán. El resultado es una piel rehidratada, regenerada y sosegada en profundidad. Prácticamente, un sanatorio dérmico al que peregrinar cuando te veas la piel mustia.

Precio: 45 euros (4 mascarillas / caja).

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Una vez tenemos el rostro recompuesto y receptivo, es cuestión de mantener la hidratación el máximo tiempo posible. Y para eso es fantástica la crema Hydro Boost de Neutrogena con ácido hialurónico, una molécula presente en la piel de manera natural que muy posiblemente atraviese horas bajas después del trasiego de alcohol que llevamos estos días. Esta sustancia es capaz de retener hasta 1000 veces su peso en agua, con lo que notarás la piel jugosa durante bastante tiempo. Haz la prueba de los espirituosos y me cuentas (un decir, contén tu espíritu investigador a menos que sea estrictamente necesario).

Precio: en torno a 15 euros.