El feminismo en la época de la filosofía del positivismo impuesto.

De unos años a esta parte, parece que la filosofía del falso positivismo se ha adueñado de nuestras vidas. Las mujeres, además de tener que compaginar estudios, trabajo, crianza de hijos, tareas domésticas y un Instagram impecable, parece que tenemos que parecer un anuncio de Prozac andante. Y no lo digo yo, lo dice el merchandising del falso positivismo. Desde las agendas cuquis que anuncian que hoy va a ser un día muy muy feliz…hasta las camisetas que te invitan a perseguir tus sueños (y ojo, siempre en inglés, que la mujer moderna es políglota desde la cuna), parece que los sentimientos negativos se han quedado desfasados.

El problema de este falso positivismo es que va de la mano con una filosofía tremendamente peligrosa. Parece que si algo no te sale bien, es porque no tienes la actitud adecuada. Y oiga, cuando en la vida pasan cosas malas, de esas que parecen salidas de un culebrón venezolano, no hay pegatinas de unicornio que lo remedien. Pensar en el arcoíris, que yo sepa, no hace menos doloroso un divorcio, no hace olvidar la pérdida de un ser querido, ni ayuda a gestionar el estrés crónico causado por la inestabilidad laboral que sufrimos especialmente las mujeres.  Al contrario, llorar y enfadarse, frustrarse, y desahogarse con las amigas son emociones sanas que responden a la necesidad puntual del organismo de liberarse de una situación estresante.

A pesar de lo que la cultura de la felicidad nos quiere hacer creer, las emociones negativas tienen una función de carácter adaptativo en la naturaleza, y son fundamentales para lograr un equilibrio mental. Hay que aprender a vivirlas y a entenderlas, no a negarlas. Susana Méndez Gago, autora de La bondad de los malos sentimientos, apunta a que la crisis ha destapado un sentimiento de angustia vital en una sociedad capitalista en la que todo nos empuja hacia el éxito. Desde los libros de autoayuda a las tazas que tanto se han puesto de moda, se ha creado una subcultura del falso positivismo con mensajes pasivo-agresivos que acaban creando un sentimiento de culpa brutal cuando eres una mujer que no llega a todo.

Esta distopia de la felicidad a través del merchandising cuqui ha creado otra sobrecarga psicológica en las mujeres. Si al mal tiempo pones siempre buena cara, es imposible que tu entorno pueda ayudarte. Que yo sepa, el ser humano no tiene la capacidad de leer la mente. Y, lo que es peor, anula el pensamiento crítico que nos hace poner las cosas en perspectiva. En esta sociedad lo que se celebra es lo que se consigue, sin tener en cuenta que la mayor parte de las personas que alcanzan determinados logros partían de unas circunstancias mucho más favorables que los demás. Y si no, probad a ir al banco a pedir un crédito con el aval de que todo va a salir bien porque lo pone una taza.

En este homenaje a la mujer os quiero instar a tomar una actitud de reflexión ante las emociones negativas, que son clave para entender lo que queremos en la vida. Y, a ser posible, tratad de compartir vuestras reflexiones con las nuevas generaciones. Las redes sociales están haciendo que las mujeres del mañana crezcan con una visión distorsionada del mundo a través de las redes sociales, donde se nos aliena con una falsa realidad todo parece bonito y perfecto, tal y como predijo Aldous Huxley en Un mundo feliz. Estamos a tiempo de pararlo.